Esta semana, la Catequesis del Papa abordó una dimensión esencial de la oración: la bendición. Francisco, al explicar el porqué de ello, narró como Dios bendijo la Creación y al hombre, reconociéndolo como obra suya y, por lo tanto, su hijo. De este modo, el hombre recibió el regalo de la bendición de Dios y, al mismo tiempo, la capacidad de bendecir, algo que, para el Santo Padre, es algo fundamental si queremos sanar al mundo, por cuanto, “la bendición posee una fuerza especial, que acompaña para toda la vida a quien la recibe, y dispone el corazón del hombre a dejarse cambiar por Dios”.
Para el sucesor de Pedro, Dios imprimió en el hombre y en el mundo una huella de bondad, aún cuando después el ser humano haya pecado y decidiera alejarse de su lado. “Nada podrá cancelar nunca la primera huella de Dios, una huella de bondad que Dios ha puesto en el mundo, en la naturaleza humana, en todos nosotros: la capacidad de bendecir y el hecho de ser bendecidos. Dios no se ha equivocado con la creación y tampoco con la creación del hombre. La esperanza del mundo reside completamente en la bendición de Dios: Él sigue queriéndonos, Él el primero, como dice el poeta Péguy, sigue esperando nuestro bien”, manifestó.
Y en ese sentido, Francisco subrayó que Jesucristo representa un gran regalo para nosotros, por cuento representa la bendición de Dios para toda la humanidad. “Es una bendición para toda la humanidad, es una bendición que nos ha salvado a todos. Es la Palabra eterna con la que el Padre nos bendijo “cuando aún éramos pecadores” (Rom 5:8) dice san Pablo: Palabra hecha carne y ofrecida por nosotros en la cruz”, sostuvo.
Por ello, el Papa insistió en que no existe pecado alguno que pueda borrar completamente la imagen de Cristo presente en cada uno de nosotros. “Ningún pecado puede borrar la imagen que Dios nos ha dado. La imagen de Cristo. Puede desfigurarlo, pero no puede apartarlo de la misericordia de Dios. Un pecador puede permanecer en sus errores por mucho tiempo, pero Dios pacientemente perdura hasta el final, esperando que al final ese corazón se abra y cambie. Dios es como un buen padre y como una buena madre, también es una buena madre: nunca dejan de amar a su hijo, no importa cuán equivocado esté”, dijo.
BENDECIR Y NO MALDECIR
Al Dios que bendice, afirmó el Papa, el hombre debe ser capaz de responder con la bendición. “Dios nos enseñó a bendecir y debemos bendecirnos a nosotros mismos -: es la oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias. El Catecismo escribe: “La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: ya que Dios bendice, el corazón del hombre puede responder bendiciendo a Aquel que es la fuente de toda bendición“, precisó.
Si fuéramos capaces de bendecir a los demás, cree firmemente Francisco, se podrían evitar las guerras. “Este mundo necesita una bendición y podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y todo lo que nos queda es el gozo de bendecirlo y el gozo de agradecerle y aprender de él no a maldecir sino a bendecir”, afirmó.
Por ello, el Papa cerró su catequesis invitando a aquellos que tienen facilidad para maldecir a no hacerlo: “porque tenemos un corazón bendito y de un corazón bendito la maldición no puede salir. Que el Señor nos enseñe a no maldecir nunca, sino a bendecir”, concluyó.