El Papa Francisco en la audiencia de este 24 de junio continuó desarrollando el tema de la oración. En esta ocasión se centró en la figura del rey David, como pastor, santo y pecador. “David tiene un sueño: el de ser un buen pastor”. La oración es la que asegura la relación con Dios y le permite ser “Compañero en medio de las travesías de la vida”.
En la catequesis, Francisco describe el itinerario de la vida del rey David: “el episodio de David comienza en las colinas entorno a Belén, donde pastorea el rebaño del padre, Jesé. Es todavía un muchacho, el último de muchos hermanos”. Y citando 1 Samuel 16,1-13 nos recuerda que David “es ante todo un pastor: un hombre que cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que les proporciona sustento. Cuando David, por voluntad de Dios, deberá preocuparse del pueblo, no llevará a cabo acciones muy diferentes respecto a estas”.
La vida de David, afirma Francisco muestra como “David tiene un sueño: el de ser un buen pastor. Alguna vez será capaz de estar a la altura de esta tarea, otras veces, menos; pero lo que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que sea profecía de otro Rey, del que él es solo anuncio y prefiguración”.
En medio de una vida llena de contrastes e incoherencias, se puede dibujar a David como “santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo. David fue todo esto”, afirma el Papa. Sin embargo, prosigue, “hay un solo hilo rojo, en la vida de David, que da unidad a todo lo que sucede: su oración”.
EL DIÁLOGO CON DIOS
“David nos enseña a hacer entrar todo en el diálogo con Dios: tanto la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad o una enfermedad. Todo puede convertirse en una palabra dirigida al “Tú” que siempre nos escucha”, subraya Francisco.
La oración tiene una fuerza particular en todos aquellos que le dan espacio en su vida, afirma Francisco, porque “es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero Compañero de camino del hombre, en medio a las miles de travesías de la vida”.
“La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero compañero de viaje del hombre, en medio de las mil dificultades de la vida, buenas o malas: pero siempre la oración. Gracias, Señor. Tengo miedo, Señor. Ayúdame, Señor. Perdóname, Señor. Es tanta la confianza de David que, cuando fue perseguido y tuvo que huir, no dejó que nadie lo defendiera: “Si mi Dios me humilla así, Él lo sabe”, porque la nobleza de la oración nos deja en manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos seguras que tenemos”, concluye el Papa.