La catequesis del Papa de esta semana se centró en el tema san José como hombre que sueña. Francisco explicó que los sueños simbolizan la vida espiritual de cada persona, ese espacio interior donde Dios se manifiesta y nos habla, pero en nuestro interior también hay otras voces, que pueden condicionarnos y confundirnos —por ejemplo, nuestros miedos—, y por eso es importante aprender a hacer silencio, como san José, para reconocer la voz de Dios y discernir lo que Él nos quiere revelar.
El Evangelio menciona cuatro sueños que tuvieron a José como protagonista. El Santo Padre afirmó que, escuchando la Palabra que Dios le dirigía por medio de esos sueños, y respondiendo a ella con obediencia y docilidad, José encontró la fuerza y la valentía necesarias para poder afrontar las dificultades. También nosotros, por medio de la oración, aunque tengamos que enfrentar problemas que parecen no tener solución, podemos experimentar la presencia de Dios que nos ilumina, que nos transforma y que nos sostiene.
“El sueño simboliza la vida espiritual de cada uno de nosotros, ese espacio interior, que cada uno está llamado a cultivar y custodiar, donde Dios se manifiesta y a menudo nos habla. Pero también debemos decir que dentro de cada uno de nosotros no está solo la voz de Dios: hay muchas otras voces. Por ejemplo, las voces de nuestros miedos, las voces de las experiencias pasadas, las voces de las esperanzas; y está también la voz del maligno que quiere engañarnos y confundirnos. Por tanto, es importante lograr reconocer la voz de Dios en medio de las otras voces. José demuestra que sabe cultivar el silencio necesario y, sobre todo, tomar las decisiones justas delante de la Palabra que el Señor le dirige interiormente”, dijo.
Y para entender cómo situarnos ante la revelación de Dios, es bueno retomar los cuatro sueños de José narrados en el Evangelio y ver como cada uno de ellos ilumina el camino a seguir.
LOS SUEÑOS DE JOSÉ
El primero de los sueños de José se produce cuando debe resolver qué hará al enterarse del embarazo de María: el Ángel lo alienta a tomarla como esposa porque el niño en su vientre ha sido engendrado por el Espíritu Santo.
“Muchas veces la vida nos pone delante de situaciones que no comprendemos y parece que no tienen solución. Rezar, en esos momentos, significa dejar que el Señor nos indique cuál es la cosa justa para hacer. De hecho, muy a menudo es la oración la que hace nacer en nosotros la intuición de la salida, cómo resolver esa situación. Queridos hermanos y hermanas, el Señor nunca permite un problema sin darnos también la ayuda necesaria para afrontarlo. No nos tira ahí en el horno solos. No nos tira entre las bestias. No. El Señor cuando nos hace ver un problema o desvela un problema, nos da siempre la intuición, la ayuda, su presencia, para salir, para resolverlo”, afirmó Francisco.
El segundo sueño de José tiene lugar cuando la vida del niño Jesús está en peligro: debe tomar a su familia y huir a Egipto, lejos de Herodes. Y José, sin dudarlo obedece al Señor. “En la vida todos nosotros experimentamos peligros que amenazan nuestra existencia o la de los que amamos. En estas situaciones, rezar quiere decir escuchar la voz que puede hacer nacer en nosotros la misma valentía de José, para afrontar las dificultades sin sucumbir”, precisó el Papa.
El segundo y el tercer sueño tienen que ver con el retorno de la Sagrada Familia a Israel, cuando a José le indican que ya es tiempo de volver y, mientras viajaban, recibe la advertencia de que no vaya a Judea. Frente al peligro, tuvo miedo y se establecieron en Nazaret. “También el miedo forma parte de la vida y también este necesita de nuestra oración. Dios no nos promete que nunca tendremos miedo, sino que, con su ayuda, este no será el criterio de nuestras decisiones. José siente el miedo, pero Dios lo guía a través de él. El poder de la oración hace entrar la luz en las situaciones de oscuridad”, sostuvo el Pontífice.
ENCONTRAR A DIOS EN LA ORACIÓN
El Santo Padre dirigió su pensamiento a todas las personas que “están aplastadas por el peso de la vida y ya no logran ni esperar ni rezar”. De ahí su invocación a San José para que pueda ayudarlas a “abrirse al diálogo con Dios, para reencontrar luz, fuerza y ayuda”.
A todos ellos les aconsejó mirar como resolvió José los problemas y pedirle ayuda para que, como padres, sean capaces de acompañar a los hijos siempre. “Pidamos al Señor que dé a todos los padres y a todas las madres esta valentía que dio a José. Y después rezar para que el Señor nos ayude en estos momentos”.
Francisco volvió a resaltar la importancia de la oración para el cristiano, afirmando que no se trata simplemente de un gesto abstracto o intimista. Para él, la oración está indisolublemente unida a la caridad. “Solo cuando unimos a la oración el amor, el amor por los hijos por el caso que he dicho ahora o el amor por el prójimo, logramos comprender los mensajes del Señor. José rezaba, trabajaba y amaba —tres cosas bonitas para los padres: rezar, trabajar y amar— y por esto recibió siempre lo necesario para afrontar las pruebas de la vida”, indicó.