Este miércoles el Papa Francisco continuó desarrollando su catequesis sobre la oración, dedicando tiempo a abordar una dimensión muy importante de ella: la oración de alabanza. Para esto, tomó como base el pasaje del Evangelio en que Juan el Bautista manda a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3). A partir de ese cuestionamiento y la respuesta que da Jesús, Francisco explicó como aún en los momentos difíciles debemos ser capaces de alabar y dar gracias a Dios, tal como lo hace Cristo. “En plena crisis, en plena oscuridad en el alma de tanta gente, como Juan el Bautista, Jesús bendice al Padre, Jesús alaba al Padre”, sostuvo el Santo Padre.
A su modo de ver, la pregunta que hace Juan lleva implícita la duda. “Siente esta angustia de no saber si se ha equivocado en el anuncio. En la vida siempre hay momentos oscuros, momentos de noche espiritual, y Juan está pasando este momento”, manifestó el sucesor de Pedro. Y en ese contexto, Mateo relata algo sorprendente: “Jesús no eleva al Padre un lamento, sino un himno de júbilo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños’ ”.
Entonces, en plena crisis, Jesús alaba al Padre. ¿Por qué lo hace? El Papa entrega dos razones. Primero, lo alaba por lo que es: Padre, Señor del cielo y de la tierra. Así, el Obispo de Roma explicó que Jesús se regocija en su espíritu porque sabe y siente que su Padre es el Dios del universo, y viceversa, el Señor de todo lo que existe es el Padre. “De esta experiencia de sentirse “el hijo del Altísimo” brota la alabanza. Jesús se siente hijo del Altísimo”, dijo.
A continuación –desarrolla el Papa- lo alaba “porque favorece a los pequeños”. Jesús ha experimentado en su predicación la desconfianza de los “sabios” e “inteligentes” mientras los “pequeños” se abren y acogen su mensaje. “Esto solo puede ser voluntad del Padre, y Jesús se alegra. También nosotros debemos alegrarnos y alabar a Dios porque las personas humildes y sencillas acogen el Evangelio. Yo me alegro cuando veo esta gente sencilla, esta gente humilde que va en peregrinación, que va a rezar, que canta, que alaba, gente a la cual quizá le faltan muchas cosas pero la humildad les lleva a alabar a Dios”, precisó.
“En el futuro del mundo y en las esperanzas de la Iglesia están siempre los “pequeños”: aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros, que, en Dios Padre, se reconocen todos hermanos”, añadió Francisco.
Todo eso lleva al Papa al punto central de su exposición: en tiempos difíciles, de duda y de incertidumbre, Jesús reza alabando al Padre. “Cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo, Jesús, que también recomendó mucho la oración de súplica, precisamente en el momento en el que habría tenido motivo de pedir explicaciones al Padre, sin embargo lo alaba. Parece una contradicción, pero está ahí, la verdad”, afirmó Francisco.
Por esta razón, y citando el Catecismo Cristiano, el sucesor de Pedro planteó que “la oración de alabanza, paradójicamente, debe ser practicada no solo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles”, por cuanto “también es ese el tiempo de la alabanza, como Jesús que en el momento oscuro alaba al Padre”. Para el Papa, así podremos aprender que solo atravezando un sendero difícil podremos llegar a ver un panorama nuevo, un horizonte más abierto. “Alabar es como respirar oxígeno puro: te purifica el alma, te hace mirar a lo lejos, no te deja encerrado en el momento difícil y oscuro de las dificultades”, enfatizó.
El sucesor de Pedro recordó que cuando san Francisco de Asís estaba prácticamente ciego y sintiendo en su alma el peso de una soledad que nunca había sentido, fue capaz de componer el Cántico del sol o de las criaturas. “Francisco en ese instante de tristeza, en ese instante oscuro reza, ¿Cómo reza?: “Laudato si’, mi Señor…”. Reza alabando. Francisco alaba a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía llama “hermana”, “hermana muerte”. Estos ejemplos de los Santos, de los cristianos, también de Jesús, de alabar a Dios en los momentos difíciles, nos abren las puertas de un camino muy grande hacia el Señor y nos purifican siempre. La alabanza purifica siempre”, precisó.
“Los santos y las santas nos demuestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel. Este es el fundamento de la alabanza: Dios es el Amigo fiel, y su amor nunca falla. Él siempre está junto a nosotros, Él nos espera siempre. Alguno decía: “Es el centinela que está cerca de ti y te hace ir adelante con seguridad”. En los momentos difíciles y oscuros, encontramos la valentía de decir: “Bendito eres tú, oh Señor”. Alabar al Señor. Esto nos hará mucho bien”, concluyó el Santo Padre.