En su catequesis de los días miércoles, el Papa Francisco reflexionó sobre la Navidad, compartiendo algunas ideas que, espera, ayuden a celebrar esta fecha con una mayor conciencia. Por un lado, llamó a entender el carácter decisivo que la Navidad tiene para los cristianos, quienes no deben reducirla simplemente a un intercambio de regalos. También hizo una invitación a prepararse para la llegada del Niño Dios reflexionando en silencio frente al pesebre, dejando que renazca en cada uno el estupor frente a la forma maravillosa en que Dios eligió venir al mundo.
En el rezo del Angelus del domingo 20 de diciembre, el Santo Padre manifestó que “el consumismo nos ha secuestrado la Navidad”. Esta mañana, en la Biblioteca del Palacio Vaticano continuó profundizando en esa idea. A su modo de ver, la Natividad del Señor no debe reducirse a fiesta solamente sentimental o consumista, rica de regalos y de felicitaciones pero pobre de fe cristiana, y también pobre de humanidad. “El cristiano sabe que la Navidad es un evento decisivo, un fuego perenne que Dios ha encendido en el mundo, y no puede ser confundido con las cosas efímeras. Es importante que no se reduzca a fiesta solamente sentimental o consumista”, sostuvo.
Por lo tanto, explicó el sucesor de Pedro, es muy imporante tener en claro cúal es “el núcleo de la Navidad”: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14). Y esto es el núcleo de la Navidad, es más: es la verdad de la Navidad; no hay otra”.
Francisco insistió en que la Navidad nos invita a reflexionar sobre la dramaticidad de la historia, en la cual, los hombres “heridos por el pecado, van incesantemente a la búsqueda de verdad, a la búsqueda de misericordia, a la búsqueda de redención”. Y en la Navidad está la respuesta de un Dios que viene a nuestro encuentro para comunicar la Verdad que salva y hacernos partícipes de su amistad y de su vida. “Podemos superar ese sentido de pérdida inquietante, no dejarnos abrumar por las derrotas y los fracasos, en la conciencia redescubierta de que ese Niño humilde y pobre, escondido e indefenso, es Dios mismo, hecho hombre por nosotros”, dijo.
Por lo tanto, la Navidad es la fiesta del amor encarnado, del amor nacido por nosotros en Jesucristo. “Dios no nos ha mirado desde arriba, desde lejos, no ha pasado de largo, no ha sentido asco por nuestra miseria, no se ha revestido con un cuerpo aparente, sino que ha asumido plenamente nuestra naturaleza y nuestra condición humana”, dijo el Vicario de Cristo, agregando que “Jesucristo es la luz de los hombres que resplandece en las tinieblas, que da sentido a la existencia humana y a la historia entera”.
CONTEMPLAR EL PESEBRE
Hacia el final de sus reflexiones, Francisco insitió en la importancia de reflexionar frente al Pesebre, como una manera de prepararse con mayor conciencia para la Navidad. Convertidos en niños, frente a esa escena, hay que dejar que renazca en nosotros el estupor por la forma maravillosa en la que Dios ha querido venir al mundo. “Pidamos la gracia del estupor: delante de este misterio, de esta realidad tan tierna, tan bella, tan cerca de nuestros corazones, el Señor nos dé la gracia del estupor, para encontrarlo, para acercarnos a Él, para acercarnos a todos nosotros. Esto hará renacer en nosotros la ternura”, sostuvo el Obispo de Roma.
“Hoy necesitamos mucho la ternura, tenemos mucha necesidad de caricias humanas, frente a tantas miserias! Si la pandemia nos ha obligado a estar más distantes, Jesús, en el pesebre, nos muestra el camino de la ternura para estar cerca, para ser humanos. Sigamos este camino. ¡Feliz Navidad!”, concluyó el Papa.