En su tradicional audiencia de los días miércoles, el Papa Francisco continuó desarrollando su catequesis sobre el discernimiento, centrando esta vez sus reflexiones en el tema de la desolación. ¿Qué relación puede haber entre ambos? Pues bien, para el Santo Padre, los dos conceptos se conectan a partir del reconocimiento de que todo lo que hacemos tiene una connotación afectiva y, por lo tanto, es necesario reconocer —o sea, discernir— lo que “se mueve” en nuestro interior. Cuando experimentamos desolación, sentimos turbación y tristeza, y estos sentimientos puedan hacernos perder la esperanza y alejarnos de Dios. Sin embargo, es necesario aprender que todos esos momentos de oscuridad son parte del camino. Y, si sabemos leerlos, rezarlos y confrontarlos, pueden ayudarnos a madurar y a afrontar la vida de otra manera, más arraigados y firmes en la fe.
“Si sabemos atravesar soledad y desolación con apertura y conciencia, podemos salir reforzados bajo el aspecto humano y espiritual. Ninguna prueba está fuera de nuestro alcance; ninguna prueba será superior a lo que nosotros podemos hacer. Pero no huir de las pruebas: ver qué significa esta prueba, qué significa que yo estoy triste: ¿por qué estoy triste? ¿Qué significa que yo en este momento estoy desolado? ¿Qué significa que estoy desolado y no puedo ir adelante? San Pablo recuerda que nadie es tentado más allá de sus posibilidades, porque el Señor no nos abandona nunca y, con Él cerca, podemos vencer toda tentación. Y si no la vencemos hoy, nos levantamos otra vez, caminamos y la venceremos mañana. Pero no permanecer muertos ―digamos así― no permanecer vencidos por un momento de tristeza, de desolación: id adelante”, manifestó el Papa.
Franciso precisó que para recorrer el camino del discernimiento es muy importante aprender a leer la tristeza. Si bien, en el mundo de hoy la tristeza es un sentimiento considerado como algo negatico, debemos ser capaces de verla como una campana de alarma indispensable para la vida.
“Santo Tomás define la tristeza un dolor del alma: como los nervios para el cuerpo, despierta la atención ante un posible peligro, o un bien desatendido (cf. Summa Th. I-II, q. 36, a. 1). Por eso es indispensable para nuestra salud, nos protege para que no nos hagamos mal a nosotros mismos y a los otros. Sería mucho más grave y peligroso no tener este sentimiento e ir adelante. La tristeza a veces trabaja como semáforo: ¡Párate, párate! Está rojo aquí. Párate”, precisó el Obispo de Roma.
Para quien desea obrar el bien, la tristeza es un obstáculo con que el tentador quiere desanimarnos, explicó luego el Papa. “Pensemos en el estudio, en la oración, en un compromiso asumido: si los dejáramos apenas sentimos aburrimiento o tristeza, no concluiríamos nunca nada”, dijo y luego añadió: “El camino hacia el bien, recuerda el Evangelio, es estrecho y cuesta arriba, requiere un combate, un vencerse a sí mismo. Empiezo a rezar, o me dedico a una buena obra y, extrañamente, justo entonces me vienen a la mente cosas urgentes que hay que hacer ―para no rezar y para no hacer cosas buenas―. Todos tenemos esta experiencia. Es importante, para quien quiere servir al Señor, no dejarse guiar por la desolación”.
Muchas veces, sostuvo el Santo Padre, algunos deciden abandonar la vida de oración, o la elección emprendida, el matrimonio o la vida religiosa, empujados por la desolación, sin pararse antes a leer este estado de ánimo, y sobre todo sin la ayuda de un guía. “Una regla sabia dice que no hay que hacer cambios cuando se está desolado. Será el tiempo sucesivo, más que el humor del momento, el que muestre la bondad o no de nuestras elecciones”, aconsejó.
En ese sentido, puso como ejemplo a Jesús, quien, en el momento de las pruebas, supo enfrentarlas con firmeza y disposición para cumplir la voluntad del Padre, de modo que disminuyeron y dejaron de obstaculizarle el camino. “En la vida espiritual la prueba es un momento importante, la Biblia lo recuerda explícitamente y dice así: «Si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba». Si tú quieres ir por el buen camino, prepárate: habrá obstáculos, habrá tentaciones, habrá momentos de tristeza. Es como cuando un profesor examina al estudiante: si ve que conoce los puntos esenciales de la materia, no insiste: ha superado la prueba. Pero debe superar la prueba”, precisó.
Nadie quisiera tener que pasar por estos momentos de oscuridad, pero a todos nos llegan, es parte del camino. Y, de acuerdo a Francisco, si sabemos “leerlos”, rezarlos y confrontarlos con un guía espiritual que nos acompañe, pueden ayudarnos a madurar y a afrontar la vida de otra manera, más “arraigados y firmes en la fe”. También es importante, cuando llega la prueba, “no hacer mudanza”, no cambiar, es decir, permanecer fuertemente unidos al Señor y no desviarnos del camino que nos conduce hasta Él. Así, con la gracia de Dios, podremos fortalecernos y seguir viviendo con mayor paz y libertad. “No permanecer muertos ―digamos así― no permanecer vencidos por un momento de tristeza, de desolación: id adelante. Que el Señor te bendiga en este camino ―¡valiente!― de la vida espiritual, que es siempre caminar”, finalizó.