La Catequesis del Papa abordó este miércoles un tema en el que muchos cristianos pueden estar pensando hoy: ¿por qué, pese a nuestras oraciones, parece que el Señor no escucha?. En tiempos de pandemia, de guerras, de problemas y desesperanza, pareciera que nada de lo que pedimos a Dios llega a sus oídos, porque nada parece cambiar. Pues bien, Francisco explicó que debemos tener la certeza de que siempre somos escuchados, sin embargo, Dios responde a las peticiones de un corazón sincero en el tiempo y con las acciones que Él considera que son lo mejor para cada uno.
“Si Dios es Padre, ¿por qué no nos escucha? Él, que ha asegurado que da cosas buenas a los hijos que se lo piden, ¿por qué no responde a nuestras peticiones? Todos nosotros tenemos experiencia de esto: hemos rezado, rezado, por la enfermedad de este amigo, de este papá, de esta mamá y después se han ido, Dios no nos ha escuchado. Es una experiencia de todos nosotros”, dijo el Papa al plantear el tema que desarrolló en la Audiencia General realizada en el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico.
Frente a esa cuestión, el Santo Padre aclaró que la oración no es una varita mágica que resuelve todo. Más aún: cuando rezamos podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quienes servimos a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros.
“He aquí, pues, una oración que siempre reclama, que quiere dirigir los sucesos según nuestro diseño, que no admite otros proyectos si no nuestros deseos. Jesús sin embargo tuvo una gran sabiduría poniendo en nuestros labios el “Padre nuestro”. Es una oración solo de peticiones, como sabemos, pero las primeras que pronunciamos están todas del lado de Dios. Piden que se cumpla no nuestro proyecto, sino su voluntad en relación con el mundo. Mejor dejar hacer a Él: «Sea santificado tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad»”, manifestó.
REZAR POR LOS MOTIVOS CORRECTOS
El Pontífice recordó al Apóstol Pablo, quien en la Carta a los Romanos sostiene que muchas veces ni siquiera sabemos qué es conveniente pedir. Por eso es fundamental que al momento de entablar el diálogo con Dios seamos humildes, por cuanto, para el Papa, “esta es la primera actitud para ir a rezar. Cuando rezamos tenemos que ser humildes, para que nuestras palabras sean efectivamente oraciones y no un vaniloquio que Dios rechaza”.
Francisco sostuvo que también las personas pueden pedir por las razones equivocadas. “Por ejemplo, derrotar el enemigo en guerra, sin preguntarnos qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en un estandarte “Dios está con nosotros”; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si ellos están efectivamente con Dios. En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios”, precisó.
A LA LUZ DEL EVANGELIO
Pero, ¿qué pasa cuando se reza por los motivos correctos?¿Que sucede cuándo los hombres rezan con corazón sincero, cuando piden bienes que corresponden al Reino de Dios, cuando una madre reza por el hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha? En la reflexión de la Palabra podemos encontrar algunas luces.
“Para responder a esta pregunta, es necesario meditar con calma los Evangelios. Los pasajes de la vida de Jesús están llenos de oraciones: muchas personas heridas en el cuerpo y en el espíritu le piden ser sanadas; está quien le pide por un amigo que ya no camina; hay padres y madres que le llevan hijos e hijas enfermos”, señaló el Vicario de Cristo.
Citó el caso de la mujer cananea que suplica a Jesús por su hija como ejemplo de valentía en la oración: “esta mujer debe insistir mucho tiempo para ser escuchada, Tiene también la humildad de escuchar una palabra de Jesús que parece un poco ofensiva: no tenemos que tirar el pan a los perros, a los perritos. Pero a esta mujer no le importa la humillación: le importa la salud de la hija. Y va adelante: “Sí, también los perritos comen de lo que cae de la mesa”, y esto le gusta a Jesús”. Luego tomó el caso del paralítico que recurre a Jesús para ser sanado para mostrar como las cosas se solucionan según el designio divino y no según lo que queremos en un determinado momento.
“Inicialmente Jesús perdona sus pecados y tan solo en un segundo momento lo sana en el cuerpo. Por tanto, en alguna ocasión la solución del drama no es inmediata. Cuántas veces hemos pedido una gracia, un milagro, digámoslo así, y no ha sucedido nada. Después, con el tiempo, las cosas se han arreglado, pero según el modo de Dios, el modo divino, no según lo que nosotros queríamos en ese momento. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo”, puntualizó.
LA FE SOSTIENE LA ORACIÓN
A través de la sanación de la hija de Jairo, el Vicario de Cristo enseñó cómo debemos perseverar en la fe, pese a que, por momentos, pareciera que caminamos en total oscuridad. “Mientras van hacia la casa tiene lugar otra sanación, y después llega la noticia de que la niña está muerta. Parece el final, pero Jesús dice al padre: «No temas; solamente ten fe»”, expuso. “Y de hecho, Jesús despertará a esa niña del sueño de la muerte. Pero por un cierto tiempo, Jairo ha tenido que caminar a oscuras, con la única llama de la fe. ¡Señor, dame la fe! ¡Que mi fe crezca! Pedir esta gracia, de tener fe. Jesús, en el Evangelio, dice que la fe mueve montañas. Pero, tener la fe en serio. Jesús, delante de la fe de sus pobres, de sus hombres, cae vencido, siente una ternura especial, delante de esa fe. Y escucha”, agregó.
DIOS ES EL SEÑOR DEL ÚLTIMO DÍA
Finalmente, Francisco volcó su mirada hacia Cristo en el huerto de Getsemaní, cuando Jesús sabía que venía el comienzo del fin y pide al Padre que aleje de Él ese cáliz. A simple vista, pareciera que no fue escuchado y que su muerte en la Cruz es el final de todo, dando a entender que el mal podría haber triunfado. Sin embargo, ese no fue el capítulo final: al tercer día, se produce la Resurrección.
“El mal es señor del penúltimo día: el último día está la resurrección. Pero el mal nunca es señor del último día: Dios es el Señor del último día. Porque ese pertenece solo a Dios, y es el día en el que se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación. Aprendamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, esperar el último día. Muchas veces, el penúltimo día es muy feo, porque los sufrimientos humanos son feos. Pero el Señor está y en el último día Él resuelve todo”, finalizó el Papa.