La carta de san Pablo a los Romanos fue el eje del mensaje del papa Francisco, en la Catequesis del tercer miércoles de febrero, en donde el Apóstol escribe que la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
Profundizando en el mensaje, el Papa explicó que la gracia que el Señor nos ofrece no significa que nuestra vida estará exenta de preocupaciones o sufrimientos. “La paz que viene de la fe es un regalo: es la gracia de experimentar que Dios nos ama y que está siempre a nuestro lado, que no nos deja solos ni siquiera un momento en nuestra vida. Y esto, como dice el Apóstol, genera paciencia, porque sabemos que incluso en los momentos más duros y turbulentos, la misericordia y la bondad del Señor son más grandes que cualquier otra cosa y nada nos arrancará de las manos y de la comunión con Él”, manifestó.
Por esta razón – prosiguió – la esperanza cristiana es sólida, porque no decepciona. No está fundada en lo que podemos hacer o ser, y ni siquiera en lo que podemos creer. Sino que su fundamento es lo más fiel y seguro que pueda existir, es decir, el amor que Dios mismo tiene por cada uno de nosotros.
“Se trata, en cambio, de un don extraordinario del que estamos llamados a ser “canales”, con humildad y sencillez, para todos. Por lo tanto nuestro mayor orgullo es tener a Dios como un Padre que no tiene favoritos, que no excluye a nadie, sino que abre su casa a todos los seres humanos, empezando por los últimos y, los alejados, para que, como hijos suyos aprendamos a consolarnos y a apoyarnos los unos a los otros. Y no os olvidéis: la esperanza no defrauda”, concluyó.