Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Este domingo 17 de diciembre la comunidad cristiana celebra el 3° de Adviento que iniciara las vísperas del sábado 2 de este mes. Hasta ayer -16 de diciembre- en las lecturas bíblicas, oraciones y otros aspectos de la liturgia, contemplamos la última venida de nuestro Salvador, al final de los tiempos. A partir de este domingo se acentúa la preparación para celebrar en la solemnidad de Nochebuena, de la Natividad y en el tiempo de Navidad su primera venida histórica.
Este día es conocido en la Iglesia a nivel universal como Domingo Gaudete, en referencia a las primeras palabras del canto latino de la antífona de entrada de la celebración, Gaudete in Domino semper, alégrense siempre en el Señor.
Como cada domingo, también en éste, los fieles acogen de la Mesa de la Palabra hermosos y significativos textos bíblicos que iluminan las celebraciones, ofrecen los contenidos de ellas y proporcionan el alimento de vida para la semana que se inicia, en el nombre y con la bendición del Señor.
En la primera lectura del profeta Isaías: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas” (Is 61, 10). De igual modo, el Magníficat –no está previsto en la celebración un Salmo como de costumbre- sino el cántico de la Virgen María: “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (Lc 1, 46-47). También la segunda lectura, 1 Tesalonicenses 5, 16-24, el Apóstol Pablo finaliza su carta con la consigna de la alegría: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias por todo. Eso es lo que quiere Dios de ustedes como cristianos” (vv 16-18). En el santo Evangelio que se proclama hoy (cfr. Jn 1, 6-8.19-28) Juan, el precursor de nuestro Señor, afirma claramente que Él no es el Mesías esperado sino testigo de la luz, que es Cristo: “Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos
creyeran por medio de Él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz” (vv 6-8).
Se dispone la comunidad cristiana a acoger el llamado a la alegría: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense, pues el Señor está cerca” (Cfr. Flp 4,4-5). Grande es la razón para estar alegres, no obstante, los problemas y dificultades de cada día: ¡El Señor está cerca!
La invitación es salir al encuentro del Señor dando prioridad en nuestra vida personal y familiar -como también comunitaria- a los aspectos interiores de esta preparación, pues si prevalecen aquellos exteriores, nos podrían apartar de lo esencial, dejándonos finalmente privados de la verdadera alegría.
Se ha presentado la campaña: “Navidad, un llamado a compartir en amor y solidaridad”. Busca realizar un gesto fraternal y solidario con las hermanas y hermanos que por diversas razones no lo están pasando bien. Ellos precisan de nuestra ayuda. La alegría en sus rostros por el don compartido, es también para nosotros motivo de verdadero gozo, signo elocuente de nuestra preparación para la venida de nuestro Salvador.