15º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año.
Todos vamos por el mismo camino
Un hombre baja de Jerusalén, situada en la montaña, a Jericó en la llanura. Una persona sin nombre, un desconocido, está en tierra, herido, golpeado a sangre, expuesto a la muerte si no recibe ayuda. Una víctima de la violencia de personajes anónimos. En él podemos percibir el rostro eterno de la humanidad que sufre. Todos recorremos el camino de Jerusalén a Jericó y, en algún momento, nos sentimos heridos. Nadie puede decir que su vida transita por otro camino.
Un sacerdote, hombre de Dios, desciende por la misma senda. Es el primero que ve a ese hermano herido. Lo observa y sigue de largo. Más allá del dolor y las personas no hay Dios, ni templos, ni cultos… Solo ilusiones de poder amar a Dios sin amar al prójimo, la ilusión de los creyentes en una religiosidad vacía. La cita con Dios es en el camino que conduce de Jerusalén a Jericó.
Después pasa un levita, hoy diríamos un seminarista. Tal vez razona y se pregunta por qué Dios no interviene, por qué permite tanta maldad. ¿Existirá Dios? No comprende que la respuesta al dolor y a las tragedias es él, somos nosotros. Dios nos puso en el mismo camino para que viajemos juntos.
Pasa tambien un samaritano, un hereje, enemigo, pero lleno de sentimientos. Siente que el herido es un hermano necesitado al que lo une el mismo destino, porque van por el mismo camino. Es una persona concreta que no razona sobre los porqués ni busca justificaciones.
Detenerse ante un necesitado no es espontáneo, no está en nuestro instinto, es una conquista de los espíritus nobles más allá de las religiones. Esa conquista espiritual mueve al samaritano a mirar al herido, sentir piedad, bajar de su asno, acercarse, lavarlo, cargarlo sobre su cabalgadura, llevarlo a una posada, cuidarlo, pagar… Al regresar pagará los gastos del cuidado que requiera.
En estos actos del samaritano, tenemos que ver la misericordia que pide el evangelio.
Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera” (Lc 10, 37).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: Nos disponemos a participar de la Eucaristía que nos interpelará sobre si, ante las necesidades ajenas, nos detenemos o pasamos de largo. Un samaritano, que representa a Jesús, buen Pastor, nos cuestiona para que nos hagamos cargo de los indigentes que encontramos por el camino.
1ª LECTURA Deut 30, 9-14
Guía: Dios ha escrito en un libro aquello que primero ha escrito en nuestro corazón. Por tanto, hay que buscar en el interior sus mandamientos y, de este modo, podemos más fácilmente cumplirlos y enseñarlos a otros.
Lectura del libro del Deuteronomio.
Moisés habló al pueblo, diciendo: El Señor, tu Dios, te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de tus entrañas, en las crías de tu ganado y en los productos de tu suelo. Porque el Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido en la prosperidad de tus padres. Todo esto te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: “¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?”. Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: “¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?”. No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques. Palabra de Dios.
SALMO Sal 68, 14. 17. 30-31. 36-37
R. Busquen al Señor, y vivirán.
Mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad. R.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí; yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Porque el Señor salvará a Sión y volverá a edificar las ciudades de Judá: el linaje de sus servidores la tendrá como herencia, y los que aman su Nombre morarán en ella. R.
2ª LECTURA Col 1, 15-20
Guía: Pablo nos regala un himno a Cristo Jesús, imagen del Dios invisible. Él es la cabeza de la Iglesia, primer resucitado y pacificador del universo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.
Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es tambien la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra de Dios.
ALELUIA Cfr. Jn 6, 63. 68
Aleluia. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida; tú tienes palabras de Vida eterna. Aleluia.
EVANGELIO Lc 10, 25-37
Guía: Escuchamos la parábola del buen samaritano. Toda una invitación a hacerse prójimo –cercano– de los hermanos, especialmente de los más necesitados.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente, –le dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la vida”. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. Tambien pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”. “El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Los dones que hoy ponemos sobre el altar para ser consagrados promuevan la solidaridad cristiana y hagan nuestras las necesidades ajenas.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: En nuestras necesidades, Jesús es el buen samaritano que sale a nuestro encuentro, como alimento en el camino.
DESPEDIDA
Guía: Salimos de esta eucaristía, reconfortados, con el Cuerpo de Cristo y su Palabra, que nos salva. Asumimos el compromiso de acercarnos a los necesitados, como Jesús se ha acercado a nosotros.