A nadie le es fácil decir o escuchar un “no”. ¿Por qué? Porque es más sencillo decir que “sí” por miedo al conflicto o simplemente para parecer más agradable al otro. Y muchas veces terminamos cediendo ante la presión. Negarnos a algo no tiene que ser algo inherentemente malo. Nos ayuda a establecer límites, a conocernos y actuar según nuestros valores y no como un mero acto de complacencia. Debemos “Aprender a decir que no”, precisamente el tema que abordará el próximo número de nuestra colección “Ayudas para el Espíritu”.
En sus páginas, el artículo plantea que negarnos no siempre es el reflejo de una actitud egoísta, desconsiderada o un abuso de autoridad de nuestra parte. Por el contrario, es una reafirmación de la capacidad que tenemos para discernir como persona. No podemos vivir permanentemente complaciendo al otro; decir que no es algo que forma parte de nuestro ser, sin que eso signifique debilidad o menoscabo, sino un indicio de madurez y fortaleza interna.
Para su autor, Juan Pablo Cárcamo V., s.j., actual director del Centro de Espiritualidad Ignaciana, no existe un recetario para lograrlo. La clave está en integrar ese acto como parte de nuestro ser, por cuanto “el sí y el no” son esenciales en la vida humana, y en la salud emocional y espiritual. Debemos tomarlo como una oportunidad para escuchar nuestra voz interna y tener el valor de sostenernos firmes a pesar de ir contra la corriente. Y elegir lo que verdaderamente nos hace bien y más plenos, decir que “no” de vez en cuando puede ser algo positivo.
Nuestras acciones deben ser el reflejo de un individuo conectado con su ser interior, que ha cultivado al máximo su espíritu y que, como reflejo de ello, es capaz de poner límites a sí mismo y a su relación con los otros, sin desdibujar las fronteras de su ser. Y a través de una serie de reflexiones, “Aprender a decir que no” nos lleva por ese camino.