Para descubrir la huella de Dios en nuestra historia individual, eclesial, nacional, mundial, es indispensable leer la Biblia. Ella nos proporciona el relato de una “historia de salvación” que nos muestra el modo como Dios es y actúa. Me asiste la convicción de que es posible rastrear ese modo de ser y actuación en nuestro presente, aunque nuestra realidad sea tan distinta a la del mundo de la Biblia.
Para realizar un discernimiento de la huella divina en el presente con ayuda de la Biblia es inevitable tener que viajar al pasado y conocer ciertos aspectos geográficos, históricos, culturales y religiosos propios de la época en que fue escrita. Al leer los textos es indispensable manejar bien el vocabulario, la visión del mundo y las formas de expresión normales de ese tiempo. Ciertamente, será indispensable también conocer bien nuestra realidad presente, aunque ese conocimiento para nosotros, hombres del siglo XXI, es mucho más accesible.
La lectura de la Biblia, para el que la lee sin un mínimo de ayuda especializada, es ardua y produce pocos frutos. Algunas de sus historias son poco creíbles, Dios a menudo aparece como un ser irascible y vengativo, hay largos textos lleno de minuciosas (y aburridas) normas legales de distinto tipo, hay contradicciones insalvables entre unos pasajes y otros, etcétera.
La presente colección, “SENDEROS BÍBLICOS”, pretende ser un apoyo, más o menos completo aunque en un nivel básico, para realizar una lectura de los textos más importantes de la Biblia (por ahora del Antiguo Testamento). Puede ser usado por individuos o grupos, con o sin el apoyo de un guía o maestro. Está pensado idealmente para un ritmo semanal: lectura de la selección de textos durante la semana y una reunión para compartir preguntas, dudas, inquietudes y adquirir los elementos esenciales para la comprensión de las lecturas hechas.
Normalmente, cada capítulo de los libros contiene una selección de textos (de diez a quince capítulos, dependiendo de su complejidad) sobre un determinado período de ella con una pauta o guía que orienta su lectura (con numerosas preguntas). Después ofrece un comentario de los textos leídos que incluye (aunque no de modo explícito) las respuestas a las preguntas de la guía junto a otros aspectos que es indispensable manejar. Finalmente se presenta una síntesis de los aspectos históricos, literarios y teológicos del período, que concluye con unas pistas de actualización del texto.
Algunos capítulos están centrados, no en un período histórico, sino en un tipo de libros. Es el caso de los libros proféticos, sapienciales y apocalípticos, incluidos por su importancia. Ahí el orden se invierte: al comienzo viene la síntesis, después la pauta y finalmente el comentario de los textos seleccionados con las pistas de actualización.
Antes de los capítulos propiamente tales, se ha añadido una introducción que se haga cargo de proporcionar los elementos generales para acceder a una lectura de los textos de las pautas. Está dividido en tres grandes partes, una primera que aborda la Biblia como un libro similar a otros libros, una segunda, sobre la Biblia como Palabra de Dios, y finalmente una tercera sobre la interpretación bíblica. No pretendo que la distinción subyacente a la primera y segunda parte, sea absoluta (no se puede poner entre paréntesis el carácter de libro de fe de la Biblia incluso cuando se abordan aspectos más bien objetivos y prácticos); se trata simplemente de acentos distintos al interior de una mirada global.
Estos libros están escrito con la convicción de que la mirada histórica (con los resultados del “método histórico-crítico”), literaria y teológica de la Biblia no tienen por qué entorpecer u obstaculizar una lectura espiritual o pastoral de ella; muy por el contrario, creo firmemente que pueden proporcionar un gran apoyo para dicha lectura. Lo que no quita que al comienzo el lector pueda experimentar un cierto desconcierto (expresado en preguntas como las siguientes: ¿tal o cual hecho no era histórico?, ¿tal o cual personaje tampoco existió? ¿el milagro relatado en este o aquel pasaje no era tal?, y otras). Uno de mis profesores decía que uno partía estudiando la Biblia con una primera inocencia, a la que seguía una crisis y finalmente se accedía a una “segunda inocencia”, mucho más sólida que la primera. Estoy muy convencido de la verdad de esa afirmación. Pienso que es necesario unificar perspectivas, sin confundirlas, pero tampoco contraponiéndolas o sencillamente, lo que es mucho más corriente, ignorándolas. Durante muchísimo tiempo en las Iglesias Cristianas han estado disociadas la lectura “espiritual” o pastoral de la Biblia con la propia del estudio bíblico. Dicha disociación las ha empobrecido a ambas. Es hora de recuperar una lectura creyente de las Sagradas Escrituras que sea capaz de enfrentar sin temores las grandes preguntas de nuestro tiempo.