El 1 de mayo celebramos la memoria litúrgica de san José, obrero, patrono de los trabajadores, instituida en el año 1955 por el siervo de Dios, el papa Pío XII, en presencia de un numeroso grupo de obreros reunidos en la plaza San Pedro, en el Vaticano.
El sumo pontífice pide en esa oportunidad que “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de ustedes y de sus familias”.
El obispo de Roma quiere también que san José “sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”.
En las escrituras, el oficio de san José es definido mediante el sustantivo del griego antiguo tekton, cuyo significado es: artesano, carpintero, ebanista o constructor. Las traducciones de la Biblia han utilizado siempre el término carpintero.
En el evangelio de Mateo la gente se pregunta: “¿No es este el hijo del carpintero…?” (Mt 13, 55); y en Marcos, el oficio se le atribuye al propio Jesús: “¿No es acaso el carpintero…?” (Mc 6, 3).
Lo importante aquí es destacar que san José ejerce un oficio, como todos nosotros, con el que sirve a sus semejantes y le permite procurar el sustento a su familia.
La fiesta de san José, obrero, coincide con el “Día Internacional de los Trabajadores”, que conmemora la sangrienta represión que sufren obreros de la fábrica McCormick durante varios días, entre abril y mayo de 1886, en Chicago, Estados Unidos, en su lucha por conseguir reivindicaciones laborales, lo que incluía el pedido de reducción de la jornada laboral a ocho horas.
Junto a la figura de san José, obrero, saludamos a todos los trabajadores de nuestro país y nos sumamos a las intenciones de la Iglesia, en la que se nos insta a orar para que todos tengamos un trabajo que nos permita desarrollarnos como personas, servir a nuestros semejantes, sostener a la familia y colaborar en la construcción del Reino de Dios.
En Jesús, María y Pablo,
El Director.