En la catequesis de este miércoles 16 de abril, en el marco del ciclo preparado en vista del Jubileo 2025 titulado “Jesucristo, nuestra esperanza”, el Papa Francisco reflexionó sobre uno de los relatos más conmovedores del Evangelio: la parábola del padre misericordioso, también conocida como la del hijo pródigo (cf. Lc 15,32).
Con un lenguaje cercano y profundamente humano, el Santo Padre invitó a los fieles a contemplar esta parábola no como una historia del pasado, sino como una llamada personal a reconocer nuestra situación interior: “¿Dónde estoy yo en esta narración?”, preguntó.
Francisco subrayó que en esta parábola “encontramos el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios”. A través de la imagen del hijo menor que se pierde por egoísmo, y del hijo mayor que se aleja interiormente por orgullo y resentimiento, el Papa mostró cómo todos podemos perdernos de diferentes maneras. Sin embargo, “el Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza: ¡Dios viene siempre a buscarnos!”
Durante su reflexión, el Papa compartió una profunda lectura espiritual de la parábola: desde el hambre de afecto que muchas personas sufren, hasta el modo en que Dios, como Padre, acoge, perdona y espera, sin imponer, sin cerrar puertas. Destacó también el arte como camino de fe, mencionando la pintura de Rembrandt sobre el hijo pródigo, en la que “las manos del padre —una masculina y otra femenina— expresan la fuerza y la ternura del perdón”.
Uno de los mensajes centrales fue la esperanza de la misericordia divina: “Podemos tener esperanza porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta.”
Finalmente, el Papa animó a todos los presentes a hacer un examen del corazón: “Preguntémonos dónde estamos nosotros en este maravilloso relato”, y pidió la gracia de volver a casa, al corazón del Padre.