El evangelio nos dice que, en la mañana del primer día de la semana, Dios nos confirma en su resurrección que la “luz ha llegado al mundo”. Aquella misma luz que menciona el prólogo de san Juan y que ahora se ratifica en el primer día: “Que haya luz y existió la luz”. Jesús, que es la luz por antonomasia, resucita del sepulcro y revalida, una vez más, que la vida es más fuerte que la muerte, que el bien está por sobre el mal, que el amor es más grande que el odio y que, en definitiva, la verdad es más sublime que la mentira.
Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada y lleva a todo creyente hacia la vida nueva de la resurrección, que vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de la Creación. Sí, ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!, todo fiel cristiano ha de estar contento, porque esta sí que es una Buena Noticia. Es el grito de júbilo que ha resonado anoche en la celebración de la Vigilia Pascual y la afirmación de la fe del mundo cristiano, donde la Iglesia celebra la alegría de ser “hijos adoptivos de Dios y herederos de la Vida eterna”. Así, la resurrección de Cristo no es solamente una fuente de fe sino también de esperanza maravillosa. Podemos preguntarnos: ¿de qué manera internalizamos este gran misterio de la resurrección y lo hacemos vida? Por el bautismo y la profesión de la fe, el Señor nos da una vía, a través de la cual lo “nuevo” viene a nosotros para que exista la luz: Fiat lux. Porque, si permites que Dios entre en tu vida, él te asiste y serás luz para los demás. No por nada la Iglesia antigua nominó al bautismo como photismos, es decir, “iluminación”.
En la Vigilia Pascual, la Iglesia presenta el misterio de la luz por medio del cirio pascual, cuya luz es signo de donación y entrega de Jesús. La luz es como el fuego que purifica y quema destruyendo el mal y transformando al mundo. Pero también es calor que conforta y enternece nuestro corazón con el amor de Dios. Que la resurrección de Cristo nos permita acercarnos a su luz y creer que con la muerte “no” termina todo, sino que hay algo más y eso es la “Vida eterna” que nos confirma Jesús con su resurrección.
“Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20, 9).
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