Prefacio de la Pasión.
Viernes penitencial, abstinencia.
Lectura del libro de Jeremías.
Dijo el profeta Jeremías: Oía los rumores de la gente: «¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!». Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: «Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza». Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable. Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa. ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque Él libró la vida del indigente del poder de los malhechores! Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta ha hecho todo lo que le ha pedido Dios, pero no ha obtenido los frutos o reacción de su pueblo. Solo ha encontrado obstinación y odio de sus oyentes. Sin embargo, reconoce y descubre que su apego y amor por la Palabra y la misión es más fuerte que sus expectativas no logradas, pues a pesar de su fracaso está el Dios de la vida.
R. Invoqué al Señor y Él me escuchó.
Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.
Las olas de la muerte me envolvieron, me aterraron los torrentes devastadores, me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la muerte llegaron hasta mí. R.
Pero en mi angustia invoqué al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio, y Él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos. R.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida; Tú tienes palabras de Vida eterna.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley de ustedes: “Yo dije: Ustedes son dioses”? Si la Ley, llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra –y la Escritura no puede ser anulada– ¿cómo dicen: “Tú blasfemas”, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre»: Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». Y en ese lugar muchos creyeron en Él. Palabra del Señor.
Comentario: Los adversarios de Jesús intentan agredirlo, pero él los frena y los invita para que vean sus obras buenas. Sus obras hablan no solo de él sino de su Padre. Sus adversarios viven en la pureza de la doctrina, pero aún no entienden que el camino para reconocerlo como Hijo de Dios es precisamente en sus “obras”, pues ellas hablan y dan prueba de su identidad.