Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Hoy, hace justamente un mes, el domingo 26 de enero de este año, finalizó la Primera Jornada Nacional de la Juventud (JNJ), con la celebración de la santa Eucaristía en el sector del Faro Monumental de nuestra ciudad. Presentes los jóvenes peregrinos que acudieron a la convocatoria y arribaron a La Serena como a Coquimbo el martes 21, representantes de las parroquias y comunidades eclesiales de la arquidiócesis, familias de acogida y voluntarios. Presidí esta solemne Eucaristía, acompañado de 21 obispos del país. ¡Una hermosa, sentida y gran celebración
A lo largo de este mes se suceden apreciaciones, comentarios, testimonios y otros acerca de esta primera JNJ, todos ellos coincidentes en destacar el gran don y bendición de Dios que hemos recibido en esta instancia eclesial extraordinaria en su conjunto, como también en cada una de las actividades propuestas en el cronograma. Al dar gracias a Dios, viene a mi memoria preciosa expresión del salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros. ¡Estamos alegres!” (Sal 126(125), 3). Pienso en la Conferencia Episcopal de nuestro país, que apenas se presentó la iniciativa, la aprobó unánimemente. De igual modo, mi pensamiento va a la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil-Vocacional, como a su homónima en la arquidiócesis que, con denodados esfuerzos, sacrificios personales y gran capacidad de servicio, se han entregado a su preparación y realización. ¡La alegría en el rostro de los jóvenes y demás participantes es su mejor recompensa!
Tengo también presente a las parroquias y comunidades de la arquidiócesis, organismos del Gobierno Regional, las Ilustres Municipalidades de La Serena y Coquimbo, Carabineros y Armada de Chile, Bomberos, Cruz Roja, Defensa Civil, corporaciones y centros educacionales, instituciones religiosas y tantas personas de buena voluntad. Estoy cierto que el fervor manifestado por los jóvenes en esos días, también a las instituciones en referencia, les brinda renovada esperanza. Por nuestra parte, profunda gratitud por su adhesión y compromiso.
En la oportunidad de esta columna, invito a acoger con profunda humildad el don de Dios, también con alegría y esperanza. Busquemos juntos cómo responder a Dios por esta gran bendición. ¡Él es fiel, cumple su Palabra y nos brinda también en este acontecimiento extraordinario que hemos vivido: “Un porvenir y una esperanza”! (Jer 29, 11).
Paso a destacar algunos aspectos que me han impresionado, entre tantos otros, imposible de comentarlos y transmitir lo que ha sido ante todo una vivencia muy profunda.
Percibí un clima humano-espiritual alto. ¡Qué amables, respetuosos, atentos, cordiales y cercanos, se demostraron los jóvenes! Fue un gusto compartir con ellos las grandes celebraciones: la Ceremonia de Apertura, la Eucaristía Inicial, la Adoración al Santísimo Sacramento y la Eucaristía de Clausura, como también los diversos programas de cada día. Menciono algunos: Oración ecuménica guiada por los hermanos de Taizé, Diálogos de Esperanza, celebraciones de la Eucaristía, Camino de Esperanza, conciertos, lectio divina, Fiesta del Encuentro, entre otros.
Denoté también ambiente de fraternidad y comunión, como de profunda alegría, don recíproco de los participantes, llamados a replicar en las comunidades juveniles de parroquias, universidades, colegios, movimientos apostólicos, grupos de barrios.
La centralidad de Jesucristo y su Mensaje, presente en todo momento. Escucho con frecuencia en estos días, cuánto se resalta este aspecto de vital importancia. En la gran comunidad de los jóvenes peregrinos -cerca de 5000- también en las unidades de 200 y 300 participantes, conformadas en los lugares de hospedaje colectivo como en las familias de acogida y en las diversas actividades programadas, percibimos que Cristo está vivo en medio nuestro. Estimo que ésta ha sido una de las vivencias más profundas de esta Primera JNJ.
Sin duda, los participantes han planteado sus búsquedas. Confiamos y esperamos que encuentren sólidas respuestas a sus inquietudes. Es hermoso contemplar a Cristo en la comunidad de los jóvenes, dado que en Él encuentran y encontramos vida abundante. Él los afianzará en la adversidad y al afrontar los desafíos provenientes de la cultura actual, en la cual ellos están aún más inmersos respecto de nosotros los mayores.
Los jóvenes participantes se manifestaron como “Peregrinos de la Esperanza”. Puedan serlo también con sus amigos y compañeros, especialmente con aquellos que por diversas razones están sufriendo a causa de la soledad, la pobreza, el abandono y la droga, entre otros. A numerosos jóvenes se les ve bien y felices, sin embargo, carecen de esperanza. Los participantes en esta Primera JNJ se acercarán a ellos para compartirles sobre el gozo que les embarga, “la esperanza que no defrauda” (Rom 5, 5), Cristo Señor nuestro.
El desafío y misión de esta fiesta en torno a Cristo, es que la fuerza juvenil tenga espacios para desarrollarse en las comunidades parroquiales, diocesanas y del país, como en los movimientos apostólicos, universidades, colegios y barrios, entre otros, pues como cantamos reiteradamente durante la JNJ, los jóvenes no solo son el futuro de la sociedad y la Iglesia, sino el “Ahora de Dios”.