El pasado domingo 12 de enero, la comunidad cristiana celebrando la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor finalizó también el Tiempo de Navidad. El lunes 13 dio comienzo al Tiempo Ordinario, semanas que se prolongan hasta el Miércoles de Ceniza, el 5 de marzo. Estos días indican lo habitual, lo normal, por eso ordinario. Sin embargo, es también tiempo de profundización. Quiera el Señor, tengamos la bendición de celebrar su misterio intensamente y con la espiritualidad propia de este Tiempo.
Por otra parte, esta semana que iniciamos con la eucaristía de este domingo 19 de enero, es importante para la Iglesia en Chile, dado que el martes 21 tendremos la alegría de acoger en la arquidiócesis a más de 4 mil jóvenes procedentes de todo el país, convocados a la Primera Jornada Nacional de la Juventud (JNJ).
Tengamos presente el relato que nos ofrece Juan (cfr. Jn 2,1-11) sobre el signo milagroso que realizó nuestro Señor en la boda de Caná, acontecimiento bíblico bien conocido. El Señor, su Madre y sus discípulos invitados a la boda en Caná de Galilea (v 2). Interviene la Madre: “No tienen vino” (v 3). Misteriosa la interpelación de Jesús: “¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora” (v 4). La intervención de la Madre ante los que servían: “Hagan lo que Él les diga” (v 5). La orden del Señor a llenar de agua las seis tinajas de piedra –destinadas a los ritos de purificación de los judíos- con una capacidad de setenta a cien litros cada una (cfr. v 6). Prosigue con un imperativo el Señor: “Llenen de agua las tinajas”, lo que hicieron los sirvientes llenándolas hasta el borde (v 7). Nuevamente, una orden del Señor: “Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe” (v 8), lo que hicieron los sirvientes. El encargado, dirigiéndose al novio le dice: “Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor” (vv 9-10). Concluye el relato con la afirmación del evangelista: “En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en Él los discípulos” (v 11).
En el acontecimiento resalta la presencia del Señor, su Madre y los discípulos. En este hecho podemos contemplar algunos aspectos significativos, apreciados en gran medida por nuestra gente: La presencia, el compartir, el saber alegrarse con otros, especialmente si se trata de una boda. Luego, el signo mismo, pero en relación al reino del Padre que Jesús vino a anunciar e inaugurar con su presencia, palabras y obras. La intervención de María es delicada y para nosotros tiene el significado de una intercesión, también de numerosas perspectivas. En efecto, la Madre de Jesús se demuestra ayer como hoy, atenta cuando se invoca su presencia e intercesión, con la confianza de hijos.
Un aspecto fundamental es el anuncio del inicio de la misión del Señor con la alegría de las bodas mesiánicas: Jesús es el esposo y la esposa es la comunidad que adhiere a Él en la fe. Nos asista el Señor para vivir con alegría la semana que iniciamos la fiesta de la vida, asumiendo también los innumerables desafíos, aunque algunos de ellos pudieren ser complejos y dolorosos. ¡Qué no nos falte la alegría de vivir! En este sentido, los jóvenes que asistirán a la Jornada Nacional de la Juventud nos transmitirán en su entusiasmo juvenil, fervor y esperanza, entre otros. ¡Bienvenidos!