Miércoles de Ceniza. Morado.
Ayuno y abstinencia. Prefacio IV de Cuaresma – Semana IV del Salterio.
Inicio de la Campaña de Cuaresma de Fraternidad.
Reseña
En la Misa se bendicen y se imponen las cenizas de los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos del año precedente. Con ello se inicia la Cuaresma recordándonos el origen y el destino de nuestra vida, ya que por nuestra condición somos frágiles e inclinados al mal. La Cuaresma nos llama a regresar a Dios: “Conviértanse y crean en la Palabra de Dios”. Cuando creemos en la Palabra de Dios y la cumplimos nos ponemos en el camino de la salvación prometido por Dios a toda la Humanidad. La conversión es un renovado retorno a Dios y al prójimo.
PRIMERA LECTURA Jl 2, 12-18
Lectura de la profecía de Joel.
Ahora dice el Señor: Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor, y se arrepiente de sus amenazas. ¡Quién sabe si Él no se volverá atrás y se arrepentirá, y dejará detrás de sí una bendición: la ofrenda y la libación para el Señor, su Dios! ¡Toquen la trompeta en Sión, prescriban un ayuno, convoquen a una reunión solemne, reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial! Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, y digan: “¡Perdona, Señor, a tu pueblo, no entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?”. El Señor se llenó de celos por su tierra y se compadeció de su pueblo. Palabra de Dios.
Comentario: Joel es un profeta ligado al servicio del Templo, que predicaba luego del exilio. Su invitación es a regresar no sólo a la propia tierra, sino con todo el corazón al Señor. Es como una invitación a llevar a la vida (mente, voluntad y corazón) cuanto creemos y rezamos.
SALMO Sal 50, 3-6. 12-14. 17
R. ¡Ten piedad, Señor, porque hemos pecado!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
SEGUNDA LECTURA 2Cor 5, 20—6, 2
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Nosotros somos embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios. A Aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él. Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque Él nos dice en la Escritura: “En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí”. Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo nos exhorta a dejarnos reconciliar por Dios. Esta es una gracia muy grande ya que, sin nuestro esfuerzo, Dios anula y suprime nuestras deudas contraídas con él, por nuestros pecados. Si reconocemos nuestras miserias, por su misericordia, caminaremos sin el peso del mal y seremos sus dignos colaboradores.
VERSÍCULO Cfr. Sal 94, 8. 7
No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor.
EVANGELIO Mt 6, 1-6. 16-18
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Palabra del Señor.
Comentario: Este trozo del evangelio nos invita a que nos preocupemos por asimilar la enseñanza de Jesús: vivir la verdad, la justicia, la misericordia y el amor. Y que oremos y ayunemos, sin publicitarlo mucho, internalizando estos valores que son los que más importa al fin.
Bendición e imposición de la ceniza
Después de la homilía el sacerdote, de pie, con las manos juntas dice:
Queridos hermanos: oremos a Dios, nuestro Padre, para que se digne bendecir con su gracia estas cenizas que vamos a imponer sobre nuestras cabezas en señal de penitencia.
Y después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos extendidas:
Dios nuestro, que te conmueves ante quienes se humillan y hacen penitencia, escucha con bondad nuestra súplica y derrama la gracia ? de tu bendición sobre estos hijos tuyos que van a recibir las cenizas, para que sean fieles a las prácticas cuaresmales y así lleguen a celebrar, con un corazón puro, el misterio pascual de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
O bien:
Señor y Dios nuestro, que no quieres la muerte del pecador sino que se arrepienta, escucha con bondad nuestra oración y bendice ? estas cenizas que vamos a imponer sobre nuestras cabezas, reconociendo que somos polvo y al polvo hemos de volver, y concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de nuestros pecados y la vida nueva a imagen de tu Hijo resucitado. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Y rocía con agua bendita las cenizas, sin decir nada. Seguidamente, todos los fieles se acercan al sacerdote que impone la ceniza sobre ellos; a cada uno le dice:
Conviértete y cree en el Evangelio (Cfr. Mc 1,15)
O bien:
Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás (Cfr. Gn 3, 19)
Mientras tanto se canta:
Antífona 1
Revistamos el hábito de la penitencia con la ceniza y el cilicio; ayunemos y lloremos delante del Señor, porque nuestro Dios es compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados.
Antífona 2 Cfr. Jl 2, 17; Est 4, 17
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: Perdona, Señor, a tu pueblo; no permitas que callen quienes te alaban.
Antífona 3 Sal 50, 3
Borra mi culpa, Señor.
Esta antífona puede repetirse después de cada uno de los versículos del salmo 50.
Responsorio Cfr. Bar 3, 2; Sal 78, 9
* Míranos, Señor.
Puede cantarse también otro canto apropiado. Acabada la imposición de las cenizas, el sacerdote se lava las manos; el rito concluye con la oración universal y la Misa continúa como de costumbre.
No se dice Credo.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO (facultativa)
El sacerdote con las manos extendidas sobre el pueblo, dice la siguiente oración de despedida:
Infunde el espíritu de arrepentimiento sobre los que se inclinan ante ti, Dios nuestro, para que merezcan conseguir, por tu misericordia, los premios prometidos a los que hacen penitencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La bendición e imposición de las cenizas puede hacerse también fuera de la Misa. En este caso precede una liturgia de la palabra, utilizando la antífona de entrada, la oración colecta, las
lecturas con sus cantos, como en la Misa. Sigue después la homilía y la bendición e imposición de las cenizas. El rito concluye con la oración universal, la bendición y la despedida.