En la Audiencia General de esta semana, el Papa Francisco continuó reflexionando sobre la situación de los niños en el mundo, recordando cómo Jesús habla en el Evangelio de la importancia de proteger, acoger y amar a los más pequeños. Sin embargo, el Santo Padre manifestó que era algo muy difícil en el mundo de hoy, cuando millones de niños son obligados a convertirse en adultos antes de tiempo, enfrentados a situaciones como, por ejemplo, los matrimonios forzados, la prostitución, la pornografía infantil, o el trabajo forzado.
“En nuestras sociedades, lamentablemente, los niños sufren numerosas formas de abusos y malos tratos. El maltrato infantil, sea cual sea su naturaleza, es un acto despreciable, es un acto atroz. ¡No es simplemente una lacra de la sociedad, no, es un crimen! Es una gravísima violación de los mandamientos de Dios. Ningún niño debería sufrir abusos”, sostuvo con fuerza el Pontífice ante las personas reunidas en el aula Paulo VI.
De esto modo, el Obispo de Roma afirmó que es fundamental tener presente que cualquier tipo de abuso infantil es una violación de los mandamientos de Dios. Por eso es necesario despertar las conciencias, denunciar estos hechos atroces y constituir entre todos espacios seguros, para que los menores puedan crecer sanos y felices.
“Las pobrezas difusas, la escasez de herramientas sociales de apoyo a las familias, la marginalidad que ha aumentado en los últimos años junto con el desempleo y la precariedad laboral son factores que cargan sobre los más pequeños el precio más alto a pagar. En las metrópolis, donde «muerden» la disparidad social y la degradación moral, hay niños empleados en el tráfico de drogas y en las más diversas actividades ilícitas. ¡Cuántos de estos niños hemos visto caer como víctimas sacrificiales! A veces, trágicamente, son inducidos a convertirse en «verdugos» de otros compañeros de su misma edad, además a dañarse a sí mismos, su dignidad y su humanidad. Y, sin embargo, cuando en la calle, en el barrio de la parroquia, estas vidas perdidas se ofrecen a nuestra mirada, a menudo volvemos la cabeza hacia otro lado”, dijo.
Frente a esa realidad, Francisco hizo un llamado a preguntarse: ¿qué puedo hacer yo de manera concreta para cuidar y proteger a los niños y niñas que sufren o están en peligro de caer en redes de maltrato y de explotación? , ya que, en sus palabras, “luchar contra la explotación, especialmente la infantil, es la manera principal de construir un futuro mejor para toda la sociedad”.
“Si queremos erradicar el trabajo infantil, no podemos ser sus cómplices. ¿Y cuándo lo somos? Por ejemplo, cuando compramos productos que emplean mano de obra infantil. ¿Cómo puedo comer y vestirme sabiendo que detrás de esa comida o de esa ropa hay niños explotados, que trabajan en vez de ir a la escuela? Tomar conciencia de lo que compramos es un primer acto para no ser cómplices”, precisó.
El Pontífice recordó que Jesús nos quiere a todos libres y felices; y si ama a cada hombre y a cada mujer como a su hijo y a su hija, ama a los más pequeños con toda la ternura de su corazón. Por ello, invitó a las instituciones, incluidas las eclesiásticas, a asumir también su responsabilidad en la erradicación de la explotación laboral de niños y niñas: “pueden marcar la diferencia dirigiendo sus inversiones a empresas que no utilicen ni permitan el trabajo infantil. Muchos Estados y organizaciones internacionales ya han promulgado leyes y directivas contra el trabajo infantil, pero se puede hacer más”.
Al mismo tiempo, instó a los periodistas a cumplir con su parte, en la medida que, a su juicio, pueden contribuir a concienciar sobre el problema y ayudar a encontrar soluciones. “No tengan miedo, denuncien estas cosas”, les dijo.
Por último, el Papa agradeció a quienes se han comprometido en favor de los niños y recordó a la Madre Teresa de Calcuta, que estuvo al lado de aquellos que estaban “entre los más desfavorecidos y olvidados”. “Con la ternura y la atención de su mirada, ella puede acompañarnos a ver a los pequeños invisibles, los demasiados esclavos de un mundo que no podemos dejar a sus injusticias. Porque la felicidad de los más débiles construye la paz de todos”.
El Vicario de Cristo concluyó su catequesis con un texto de la santa, en el que le da voz a los niños:
“Pido un lugar seguro
donde pueda jugar.
Pido una sonrisa
de quien sabe amar.
Pido el derecho a ser un niño,
a ser esperanza
de un mundo mejor.
Pido poder crecer
como persona.
¿Puedo contar contigo?”