6º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año.
Un leproso anónimo
Los milagros que nos relatan los evangelios, muchas veces, identifican al agraciado: la suegra de Pedro, el hijo de la viuda… Otras veces, son anónimos, como haciendo entrever que se dirigen a todos, y de alguna manera, todos podemos ser beneficiados como esa persona.
Al escuchar lepra, no pensemos en la enfermedad con las categorías médicas de hoy. Lepra era entonces toda enfermedad de la piel: eczemas, psoriasis, dermatitis y hasta afecciones del cuero cabelludo. Más que una enfermedad, era una maldición y un castigo de Dios. Por eso la persona era declarada impura y alejada de la familia y las relaciones sociales. En caso de verse sanando, debía presentarse al sacerdote para que verificara la sanación y lo devolviera a la vida normal. Mientras tanto, debía vivir en zona solitarias y caminar gritando: “Soy impuro, maldecido por Dios. No te acerques, no me toques”.
Jesús permitió que el leproso se acercara, se arrodillara frente a él, lo tocara… Todo esto estaba terminantemente prohibido. El Señor se hizo así impuro como el leproso. Podemos imaginar la sorpresa de los que acompañaban a Jesús, a la que siguieron la milagrosa curación y la vuelta del leproso a la vida familiar y social. De maldito se convirtió en bendecido por Dios.
Los escribas enseñaban que solo Dios puede curar la lepra, como sanó a la presuntuosa hermana de Moisés y al jerarca Naaman de Siria. Pero los leprosos no podían acercarse a las sinagogas, menos al Templo ni a los sacerdotes. Solo podían tener la compañía de otros impuros. La desesperación era vista como parte del castigo divino…
El leproso rompió las leyes al acercarse a Jesús, y Jesús rompió más leyes aun al recibirlo y tocarlo. Como signo de que se hace pecador con cada uno de nosotros para sanarnos a todos, también hoy.
“Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó” (Mc 1, 41).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: Comenzamos nuestra celebración con el Salmo 30: “Sé tú mi defensa, oh Dios mío, mi roca de refugio, fortaleza que me salva, ya que eres tú mi roca y mi refugio condúceme tú y guíame por amor de tu nombre”.
PRIMERA LECTURA Lev 13, 1-2. 45-46
Guía: En la Biblia, la lepra es signo del pecado, de allí la severidad adoptada hacia quienes son atacados por esa enfermedad.
Lectura del libro del Levítico.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes. La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «¡Impuro, impuro!». Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento. Palabra de Dios.
SALMO Sal 31, 1-2. 5. 11
R. ¡Me alegras con tu salvación, Señor!
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: «Confesaré mis faltas al Señor». ¡Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.
SEGUNDA LECTURA 1Cor 10, 31–11, 1
Guía: Pablo se presenta como imitador de Cristo y pide a sus discípulos que lo sigan por ese camino, haciendo todo por amor a Dios.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo. Palabra de Dios.
ALELUIA Lc 7, 16
Aleluia. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluia.
EVANGELIO Mc 1, 40-45
Guía: Jesús sana a un hombre enfermo de lepra, manifestando su poder de sanación.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Se le acercó un leproso a Jesús para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Elevemos al Señor los dones del pan y del vino, con la alegría de haberlos labrado con nuestras manos.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con Cristo es el signo eficaz con que él nos comunica su verdadera vida.
DESPEDIDA
Guía: Vamos a comunicar a todos, con alegría, la novedad traída por Jesús a los hombres: lo que vale ante Dios es que hagamos todo con amor y por amor a él y a los hermanos.