Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Filemón.
Querido hermano: Yo he experimentado una gran alegría y me he sentido reconfortado por tu amor, viendo como tú, querido hermano, aliviabas las necesidades de los santos. Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, prefiero suplicarte en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Antes, él no te prestó ninguna utilidad, pero ahora te será muy útil, como lo es para mí. Te lo envío como si fuera una parte de mi mismo ser. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo. Y si él te ha hecho algún daño o te debe algo, anótalo a mi cuenta. Lo pagaré yo, Pablo, que firmo esta carta de mi puño y letra. No quiero recordarte que tú también eres mi deudor, y la deuda eres tú mismo. Sí, hermano, préstame ese servicio por amor al Señor y tranquiliza mi corazón en Cristo. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo establece que la caridad supera las diferencias entre esclavos y libres. El Apóstol se vale de su condición de prisionero y recurre a la utilidad que el esclavo pueda representar para él. Sin embargo, sabe renunciar a sus derechos y devuelve al esclavo Onésimo a su dueño legal. En efecto, “Onésimo” quiere decir “útil”. Por eso el juego de términos entre esclavo inútil y el ahora, libre y útil.
R.¡Feliz el que se apoya en ti, Señor.
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
Aleluia. «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí”. Porque el Reino de Dios está entre ustedes». Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: “Está aquí” o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación». Palabra del Señor.
Comentario: Los fariseos mantenían la expectativa acerca de la llegada del Reino de Dios por medio de un Mesías glorioso y con poder. Por supuesto que en Jesús no lo ven, porque es un Mesías sin milicia ni séquito. Sin embargo, el Señor no deja de insistir en que la llegada del Reino ya está operando y él ha inaugurado aquel advenimiento. Pero ese advenimiento no ocurrirá sin que él padezca el repudio y el rechazo de su misión.