La palabra de Dios que hoy nos reúne nos cuestiona sobre el problema final del mundo y del hombre. En vez de abandonarnos a la tristeza, hoy nos abandonamos confiados en las manos del Señor. Queremos esperarlo con fe, con confianza y con amor.
Hoy pedimos perdón: por desesperarnos muchas veces ante la muerte; por vivir disipados sin pensar en la venida del Señor; por no hacer fructificar los talentos recibidos de Dios.
Pedimos la alegría en el servicio de Dios; sólo en él encontraremos la felicidad plena y duradera.
Presentación de las ofrendas
Con los dones del pan y del vino, dones de Dios y fruto del trabajo humano, renovamos nuestro compromiso de trabajar, con entrega total, en la construcción del Reino.
Comunión
Acompañamos a Jesús que ha venido a nosotros en los signos del pan y del vino, con la reflexión del Salmo: “Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio” (Sal 72).
Despedida
Salgamos de nuestra celebración con una vida renovada y que eso se manifieste en una relación diversa con la gente: acogida, paz, ayuda, especialmente con los más pobres y necesitados.