Queridos amigos, octubre es el “mes de las misiones”. Hemos recibido una misión de Jesús: ser sus testigos (Jn 15, 27) en el ambiente donde nos desenvolvemos, con aquellos que compartimos nuestro tiempo, talentos y vida. Cristo nos envía (Jn 16, 15) a predicar el evangelio al mundo entero, para que toda persona tenga el derecho de oír las palabras del Redentor, su mensaje de salvación, liberación y santificación.
Nunca ha sido fácil evangelizar, pero es un apostolado apasionante. Podemos preguntarnos ¿cuál es la finalidad de evangelizar? Creo que la respuesta más sencilla y profunda es que Jesús viva en el corazón de las personas. Todos podemos cooperar con Jesús en su obra ya que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5).
La figura del beato Santiago Alberione se presenta hoy actual y sugerente. En su pecho ardía la pasión de anunciar a Jesucristo, de llevarlo a todas las culturas, lugares y situaciones. Al igual que él, debemos ser unos misioneros creativos, no conformarnos con repetir lo de siempre, más bien, arriesgarnos en abrir nuevos horizontes y modos de evangelizar. Él tuvo que superar no pocas adversidades, no le fue fácil. En efecto, en (1914, Primera guerra mundial) se decide a fundar la Sociedad de San Pablo y perseveró sin desanimarse ya que tenía puesta su confianza en el Señor y en María Santísima. No es accidental que tomara a San Pablo como su inspiración y ejemplo a seguir. San Pablo ha sido, es y será el gran modelo del misionero que lo entrega todo por anunciar el evangelio: “Hay de mí si no anuncio el Evangelio” (1 Cor 9, 16).
La obra es del Señor, lo hacemos en su nombre y totalmente confiados en que Él hará fructificar las semillas que se van sembrando.
Recordemos tres ideas siempre actuales de un buen misionero y que bien lo sabía el beato Santiago Alberione:
Conversemos en comunidad para saber cómo renovarnos y animarnos en la misión.
Deseándoles el fervor apostólico de San Pablo y el beato, Santiago Alberione.
Me despido y les doy mi bendición.