Gloria. Prefacio de los Apóstoles II.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hermano: Demas me ha abandonado por amor a este mundo. Él se fue a Tesalónica. Crescente emprendió viaje a Galacia, Tito, a Dalmacia. Solamente Lucas se ha quedado conmigo. Trae contigo a Marcos, porque me prestará buenos servicios. A Tíquico lo envié a Éfeso. Cuando vengas, tráeme la capa que dejé en Tróade, en la casa de Carpo, y también los libros, sobre todo los rollos de pergamino. Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño; el Señor le pagará conforme a sus obras. Ten cuidado con él, porque se ha opuesto encarnizadamente a nuestra enseñanza. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Palabra de Dios.
Comentario: Las primeras comunidades cristianas estaban convencidas de que vivían el “final de los tiempos” y también influenciadas por falsos pastores con doctrinas demoníacas. Ante esta realidad, san Pablo establece los deberes de Timoteo como pastor de la Iglesia y la necesidad de hacer frente al dualismo entre cuerpo y espíritu, llegando a tener del “cuerpo” una visión errada como algo malo o demoníaco.
R. Tus santos, Señor, manifestarán la gloria de tu reino.
Que todas tus obras te den gracias, Señor, y que tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.
El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.
Aleluia. Dice el Señor: Yo los elegí del mundo, para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados, que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja, merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’”. Palabra del Señor.
Comentario: Cristo designó a “otros setenta y dos (discípulos) y los envió de dos en dos delante de sí” adonde él había de ir, a preparar el ambiente para la predicación del Reino. El regreso de los discípulos manifiesta la síntesis de su “misión”: Volvieron “llenos de alegría”. La razón que se destaca, a pesar de habérseles dado poder sobre la curación de enfermedades (v.9), es el poder ejercido con éxito sobre los demonios; aquello los acreditaba como discípulos del Mesías, por ser signo de la llegada del Reino.