Lectura de la profecía de Ezequiel.
La palabra del Señor me llegó en estos términos: Hijo de hombre, da a conocer a Jerusalén sus abominaciones. Tú dirás: Así habla el Señor a Jerusalén: Por tus orígenes y tu nacimiento, perteneces al país de Canaán; tu padre era un amorreo y tu madre una hitita. Al nacer, el día en que te dieron a luz, tu cordón umbilical no fue cortado, no fuiste lavada con agua para ser purificada, ni frotada con sal, ni envuelta en pañales. Nadie se compadeció de ti para hacerte alguna de esas cosas, sino que fuiste arrojada en pleno campo, porque dabas asco el día que naciste. Yo pasé junto a ti, te vi revolcándote en tu propia sangre y entonces te dije: «Vive y crece como un retoño del campo». Tú comenzaste a crecer, te desarrollaste y te hiciste mujer; se formaron tus senos y crecieron tus cabellos, pero estabas completamente desnuda. Yo pasé junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo del amor; extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; te hice un juramento, hice una Alianza contigo –oráculo del Señor– y tú fuiste mía. Yo te lavé con agua, limpié la sangre que te cubría y te perfumé con óleo. Te puse un vestido bordado, te calcé con zapatos de cuero fino, te ceñí con una banda de lino y te cubrí con un manto de seda. Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar en tu cuello; coloqué un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas y una espléndida diadema en tu cabeza. Estabas adornada de oro y de plata, tu vestido era de lino fino, de seda y de tela bordada; te alimentabas con la mejor harina, con miel y aceite. Llegaste a ser extraordinariamente hermosa y te convertiste en una reina. Tu fama se extendió entre las naciones, porque tu belleza era perfecta gracias al esplendor con que yo te había adornado –oráculo del Señor–. Pero tú te preciaste de tu hermosura y te aprovechaste de tu fama para prostituirte; te entregaste sin pudor a todo el que pasaba y fuiste suya. Pero Yo me acordaré de la Alianza que hice contigo en los días de tu juventud y estableceré para ti una Alianza eterna. Para que te acuerdes y te avergüences, y para que en tu confusión no te atrevas a abrir la boca, cuando Yo te haya perdonado todo lo que has hecho. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta expone, alegóricamente, la historia de Jerusalén, donde habitantes y exiliados tenían puestas todas sus esperanzas. A Jerusalén, como a un indigente, le ha faltado lo más elemental y necesario para su existencia: “fiarse de Yahveh”. Pero no respetó su Alianza con Dios y cayó en prácticas religiosas extrañas, que fueron desde la idolatría hasta la prostitución; por tanto, Jerusalén era culpable. Pero Yahveh se apiada de ella, se acuerda de su “Alianza” y la recibe como un esposo en una fidelidad total.
O bien a elección:
Lectura de la profecía de Ezequiel 16, 59-63
Así habla el Señor: Yo obraré contigo como has obrado tú, que despreciaste el juramento imprecatorio, quebrantando la Alianza. Pero Yo me acordaré de la Alianza que hice contigo en los días de tu juventud y estableceré para ti una Alianza eterna. Tú te acordarás de tu conducta y te sentirás avergonzada, cuando yo tome a tus hermanas, a las mayores y a las menores que tú, y te las dé como hijas, sin que ellas participen de tu Alianza. Yo estableceré mi Alianza contigo, y tú sabrás que Yo soy el Señor, para que te acuerdes y te avergüences, y para que en tu confusión no te atrevas a abrir la boca, cuando Yo te haya perdonado todo lo que has hecho. Palabra de Dios.
R. ¡Se ha apartado tu ira y me has consolado!
Éste es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; Él fue mi salvación. R.
Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. R.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.
Aleluia. Reciban la Palabra de Dios, no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, “los hizo varón y mujer”; y que dijo: “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne”? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?». Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio». Sus discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Y Él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!». Palabra del Señor.
Comentario: El matrimonio cristiano no es únicamente una convivencia entre un hombre y una mujer que se quieren. Es mucho más que eso. Es un sacramento, es decir, algo sagrado y querido por Dios. Es también compartir un proyecto de vida para alcanzar la felicidad en esta vida. Pero si no hay proyecto, si no hay amor verdadero, si los hijos son un estorbo y no una alegría… Así, el Señor se presenta como el mayor defensor de la familia. No es el que solo impone leyes, sino el que busca lo mejor que les conviene en sus vidas. Sin duda, que para Dios el matrimonio tiene un valor único y precioso. Que todo matrimonio pida a Dios la gracia de valorar y defender el don de la familia.