Lectura de la profecía de Miqueas.
¡Señor, apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel! ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como Tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? Él no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. Él volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como lo juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos. Palabra de Dios.
Comentario: La oración sálmica del Profeta tiene como contexto el grupo de exiliados que vuelve con esperanzas y continúa mirando hacia el futuro: suplicando a su Dios que convierta en realidad sus promesas divinas y las indigentes esperanzas humanas. De este modo, al Mesías se le identifica con el pastor de Israel, que viene con su cayado no solo a gobernar sino también a dar cumplimiento a la profecía mesiánica.
R. ¡Manifiéstanos tu misericordia, Señor!
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra, cambiaste la suerte de Jacob; perdonaste la culpa de tu pueblo, lo absolviste de todos sus pecados. R.
¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro; olvida tu aversión hacia nosotros! ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Mantendrás tu ira eternamente? R.
¿No volverás a darnos la vida, para que tu pueblo se alegre en ti? ¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! R.
Aleluia. «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él» dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte». Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? ». Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». Palabra del Señor.
Comentario: Debemos comprender que las palabras de Jesús no fueron ningún desaire para su Madre, la Virgen Santísima. María es una persona muy importante en la misión de Cristo y en ella nosotros estamos llamados a ser piezas clave para la continuación de la misión de Cristo en el mundo. Por este motivo, no podemos ser extraños o ajenos al Señor, pues no nos sentiríamos interpelados con el encargo, por ejemplo: “ir y proclamar el Evangelio a todas las naciones”. Hay que conocer, amar a Cristo como un hermano, hermana o madre. Sólo desde el amor los lazos humanos-divinos se fortalecen.