Lectura del segundo libro de los Reyes.
El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa del Señor». Jilquías entregó el libro a Safán, y éste lo leyó. Luego el secretario Safán anunció al rey: «Jilquías, el sacerdote, me ha dado un libro». Y Safán lo leyó delante del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras, y dio esta orden a Jilquías, el sacerdote, a Ajicám, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey: «Vayan a consultar al Señor por mí, por todo el pueblo y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que ha sido encontrado. Porque es grande el furor del Señor que se ha encendido contra nosotros, ya que nuestros padres no han obedecido a las palabras de este libro y no han obrado conforme a todo lo que está escrito en él». El rey mandó que se reunieran junto a él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén –los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande–, y les leyó todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido hallado en la Casa del Señor. Después, de pie sobre el estrado, el rey selló delante del Señor la alianza que obliga a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, de todo corazón y con toda el alma, cumpliendo las palabras de esta alianza escritas en aquel libro. Y todo el pueblo se comprometió en la alianza. Palabra de Dios.
Comentario: Después del rey David, Josías fue uno de los reyes justos. Su ordenanza de reparar y remodelar el Templo sirvió para encontrar una copia del libro de la Ley, el cual, luego de haberlo leído, envía al rey para que también él lo lea. Una vez que Josías ha escuchado el contenido, rasga las vestiduras, en señal de humillación y reconoce que el pueblo estaba muy lejos de lo exigido por el Señor.
R. ¡Muéstrame el camino de tus preceptos, Señor!
Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón. R.
Condúceme por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo puesta mi alegría. Inclina mi corazón hacia tus prescripciones y no hacia la codicia. R.
Aparta de mí el oprobio que temo, porque tus juicios son benignos. Yo deseo tus mandamientos: vivifícame por tu justicia. R.
Aleluia. «Permanezcan en mí, como Yo permanezco en ustedes. El que per¬manece en mí da mucho fruto», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. Palabra del Señor.
Comentario: Sin duda que siempre hubo una alta valoración por los profetas verdaderamente cristianos (Cf. Mt 10, 41), pero también por la presencia de algunos que se hacían pasar por profetas sin serlo, aprovechándose de la estima de la que gozaba este servicio por parte de los discípulos. Jesús nos enseña que no todos los que parecen ser buenos protectores del rebaño arriesgan su vida por él en el momento de las dificultades y peligros. Por eso, es necesario poner atención, madurez en el juicio, analizar las palabras y las acciones de quienes hablan de él.