La importancia de hacer de los salmos nuestra oración fue el eje central de la catequesis que llevo a cabo el Papa Francisco, frente a los peregrinos de Italia y el mundo que se reunieron esta mañana en la plaza de San Pedro, para escuchar la Audiencia General de los días miércoles. En su intervención, el Santo Padre presentó al Espíritu Santo como el compositor de sinfonía de oración que se manifiesta en los Salmos, los que ayudan a los fieles a dirigirse al Señor para alabarlo, agradecerle, suplicarle o compartirle su sufrimiento. A su modo de ver, los salmos han sido la oración de Jesús y María, de los apóstoles y de todos los cristianos que nos han precedido.
“Cuando los recitamos, Dios los escucha con esa gran “orquestación” que es la comunión de los santos. Jesús, según la Carta a los Hebreos, entra en el mundo con un versículo de un salmo en el corazón: “He aquí que vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad” (cf. Hb 10,7; Sal 40,9); y deja el mundo, según el Evangelio de Lucas, con otro verso en los labios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46; cf. Sal 31,6)”, afirmó el Pontífice.
El Papa explicó también que, si bien los salmos ocupan un lugar privilegiado en el Nuevo Testamento, no todos ellos pueden ser repetidos y hechos propios por los cristianos y menos aún por el ser humano moderno. “Reflejan, a veces, una situación histórica y una mentalidad religiosa que ya no son las nuestras. Esto no significa que no sean inspirados, sino que en ciertos aspectos están ligados a una época y a una etapa provisional de la revelación, como ocurre también con gran parte de la legislación antigua”, dijo.
Sin embargo, el cristiano no puede dejarlos de lado, dada su importancia en la celebración de la Misa y la Liturgia de las Horas. “«Toda la Sagrada Escritura divina exhala la bondad de Dios– escribe San Ambrosio –, pero sobre todo lo hace el dulce libro de los salmos». El dulce libro de los salmos. Me pregunto: ¿rezan a veces con salmos? Tomen la Biblia o el Nuevo Testamento y recen un salmo. Por ejemplo, cuando están un poco tristes porque han pecado, ¿rezan el salmo 51? Hay muchos salmos que nos ayudan a seguir adelante. Tomen la costumbre de rezar los salmos. Les aseguro que al final serán felices”, precisó Francisco.
Siguiendo su catequesis, el Obispo de Roma enfatizó que es necesario hacer de los salmos la oración del cristiano, no dejándolos en el pasado, sino que es fundamental convertirse en “autores” de los salmos, haciéndolos nuestros y rezando con ellos, de modo de actualizarlos al hacerlos partes de nuestra propia oración.
“Si hay algunos salmos, o simplemente versículos, que hablan a nuestro corazón, es bueno repetirlos y rezarlos durante el día. Los salmos son oraciones “para todas las estaciones”: no hay estado de ánimo o necesidad que no encuentre en ellos las mejores palabras para convertirlos en oración. A diferencia de todas las demás oraciones, los salmos no pierden su eficacia a fuerza de repetirlos; al contrario, la aumentan. ¿Por qué? Porque están inspirados por Dios y “espiran” Dios, cada vez que se leen con fe”, afirmó.
Además, el Papa aconsejó que, cuando un salmo, o un versículo de un salmo, llega al corazón del, es bueno que este lo conserve y lo repita durante el día, indicando también que, para cada una de las situaciones que nos tocan experimentar en la vida, siempre encontraremos un salmo que nos dará una respuesta.
“Si nos sentimos oprimidos por el remordimiento y la culpa, porque somos pecadores, podemos repetir con David: «Ten piedad de mí, oh Dios, en tu amor; / en tu gran misericordia» (Sal 51,3), el salmo 51. Si queremos expresar un fuerte vínculo personal con Dios, decimos: «Oh Dios, tú eres mi Dios, / desde el alba te busco, / mi alma tiene sed de ti, / mi carne te anhela / en una tierra seca, sedienta y sin agua», salmo 63 (Sal 63,2). No es por casualidad que la liturgia ha incluido este salmo en las laudes de los domingos y de las solemnidades. Y si nos asaltan el miedo y la angustia, esas maravillosas palabras del salmo 23 vienen en nuestro socorro: «El Señor es mi pastor […]. Aunque pase por valle tenebroso, / no temo ningún mal» (Sal 23,1.4)”, precisó.
De este modo, el Vicario de Cristo manifestó cómo los salmos nos permiten no empobrecer nuestra oración reduciéndola sólo a peticiones, a un continuo “dame, danos…”, por cuanto los salmos nos ayudan a abrirnos a una oración menos egocéntrica: una oración de alabanza, de bendición, de acción de gracias; y también nos ayudan a convertirnos en la voz de toda la creación, haciéndola partícipe de nuestra alabanza.
“Hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo, que dio a la Iglesia Esposa las palabras para rezar a su divino Esposo, nos ayude a hacerlas resonar hoy en la Iglesia y a hacer de este año preparatorio del Jubileo una verdadera sinfonía de oración. ¡Gracias!”, concluyó Francisco.
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