P. Fredy Peña T., ssp
Las parábolas de la vitalidad de la semilla y de la minúscula semilla de mostaza manifiestan el proceso dinámico y paradójico del Reino de Dios. En efecto, la comparación de Jesús con quien siembra en un campo resalta su fuerza regeneradora, va creciendo progresivamente en el silencio sin que nadie lo perciba. Y lo más sorprendente es que crece, más allá de los éxitos y fracasos humanos, porque es Dios mismo el que la hace crecer. En cambio, con la parábola de la semilla de mostaza se plantea lo paradójico, es decir, aparentemente, algo tan pequeño como una semilla, posee la particularidad de hacer germinar algo y dar hermosos frutos.
A veces las parábolas de Jesús nos pueden parecer como cuentos o fábulas, y quizás un poco sofisticados para una sociedad tan secularizada como la nuestra, que mide todo en función de resultados y desde la razón. Sin embargo, en las parábolas, Jesús encuentra la forma de revelar el misterio del Reino, ya que nos da a conocer el “modo de ser de Dios” y su “forma de actuar”. Porque el Reino de Dios es sin duda su amor, justicia, paz y santidad. Es la soberanía de su voluntad. Si los cristianos estamos llamados a construir el Reino, ¿qué nos está faltando para creer en él?
Es muy probable que la autorreferencia nos lleve a caer en la tentación de pensar que el Reino de Dios se hace presente cuando se hace tal o cual actividad pastoral o de caridad; o de sus resultados, cuando quienes dudan de la presencia del Reino, se olvidan de que Dios siempre está operando. Es decir, aunque estemos ocupados en otras cosas, el Reino ya está presente. No debemos desanimarnos si los frutos de nuestros esfuerzos no se ven o no llegan, porque si el Reino de Dios nos es dado como un don, en algún momento se manifestará independientemente de nosotros. Por eso, las parábolas son una invitación a la confianza en la obra que Dios hace, día a día, por medio de su Palabra.
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, … la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo” (Mc 4, 26ss).
Complementa tu reflexión personal al Evangelio del domingo con estos aportes de SAN PABLO: