Tras reflexionar sobre la obra del Espíritu Santo en la creación, tema de la catequesis de la semana pasada, durante la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre se refirió a la presencia del Espíritu en la «revelación», de la que la Sagrada Escritura es el «testigo autorizado».
Si la tercera persona de la Trinidad inspiró la Biblia, es el Espíritu quien la hace siempre viva, mientras que a la Iglesia se le confía la tarea de interpretarla correctamente. La lectura – (2 Pe 1, 20-21) propedéutica a las palabras del Papa – reza: Sepan esto primero: ningún escrito profético debe estar sujeto a explicación privada, porque ninguna profecía surgió jamás de la voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, algunos hombres hablaron de parte de Dios.
Hay muchos pasajes del Nuevo Testamento que afirman la inspiración divina de los textos bíblicos. Francisco citó a san Pablo, quien escribió: «Toda la Escritura está inspirada por Dios». Se trata – subrayó el Papa –de un artículo de fe que repetimos en el Credo y añadió textualmente:
“El Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, es también quien las explica y las hace eternamente vivas y activas. Él las hace inspiradoras. ‘Las Sagradas Escrituras inspiradas por Dios – dice el Concilio Vaticano II – y escritas una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra de Dios mismo’”.
Al igual que Jesús resucitado había abierto la mente de sus discípulos para que comprendieran las Escrituras, el Espíritu Santo sigue haciéndolo en la Iglesia. Es algo que cada uno de nosotros puede haber experimentado.
“Puede suceder, en efecto, que un determinado pasaje de la Escritura, que hemos leído tantas veces sin ninguna emoción particular, un día lo leamos en un clima de fe y oración, y entonces ese texto improvisamente se ilumine, nos hable, arroje luz sobre un problema que estamos viviendo, nos aclare la voluntad de Dios para nosotros en una determinada situación”.
Este es un efecto del Espíritu Santo, afirmó Francisco. «Las palabras de la Escritura, bajo la acción del Espíritu, se vuelven luminosas», la palabra de Dios aparece «viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos», como atestigua la Carta a los Hebreos. La Iglesia – agregó el Papa – se nutre de la lectura de la Escritura hecha bajo la guía del Espíritu Santo. “La Iglesia, Esposa de Cristo, es la intérprete autorizada del texto inspirado de la Escritura, la Iglesia es la mediadora de su anuncio auténtico. Como la Iglesia está dotada del Espíritu Santo y, por tanto, es inspiradora, es ‘columna y apoyo de la verdad’. ¿Por qué? Porque es inspirada, sostenida por el Espíritu Santo. Y la tarea de la Iglesia es ayudar a los fieles y a los buscadores de la verdad a interpretar correctamente los textos bíblicos”.
Por ello, Francisco subrayó la importancia de dedicar un momento del día a la lectura personal de la Biblia, a meditar un pasaje, a escuchar la Palabra. “Y por eso les recomiendo: tengan siempre un Evangelio de bolsillo y llévenlo en el bolso, en los bolsillos… Así cuando estén de viaje o cuando tengan un poco de tiempo libre leen algo. Eso es muy importante para la vida. Lleven un Evangelio de bolsillo y durante el día léanlo una vez, dos veces, cuando puedan”.
Pero «la lectura espiritual de la Escritura por excelencia – añadió el Papa – es la lectura comunitaria» que se hace en particular en la Misa. La homilía debe ayudar a traducir la Palabra de Dios en la vida de los creyentes. Pero, dijo, debe ser breve: “La homilía no debe durar más de ocho minutos, porque después de ese tiempo se pierde la atención y la gente se duerme, y tiene razón. Una homilía debe ser así. Y esto es lo que quiero decir a los sacerdotes, que hablan tanto, tantas veces, y no se entiende de qué hablan. Una homilía corta: un pensamiento, un sentimiento y una ‘cosa’ de acción”.
Francisco propuso un último aspecto que puede ayudar a amar la Palabra: hay una nota de fondo – observó – que acompaña toda la Biblia y es «el amor de Dios». Y recordó la definición de la Escritura dada por San Gregorio Magno: «Una carta de Dios Omnipotente a su criatura», añadiendo «como una carta del Esposo a su esposa». Que el Espíritu Santo, concluyó el Papa, «nos ayude a captar este amor de Dios en las situaciones concretas de la vida».