Semana 9ª durante el año. Semana 1ª del Salterio.
Leccionario Santoral: 2Mac 6, 1; 7, 1-2. 9-14; Sal 123, 2-5. 7-8; Mt 4, 25–5, 12.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro.
Hermanos: Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del conocimiento de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor. Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos conocer a Aquél que nos llamó por la fuerza de su propia gloria. Gracias a ella, se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a participar de la naturaleza divina, sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos. Por esta misma razón, pongan todo el empeño posible en unir a la fe, la virtud; a la virtud, el conocimiento; al conocimiento, la templanza; a la templanza, la perseverancia; a la perseverancia, la piedad; a la piedad, el espíritu fraternal; y al espíritu fraternal, el amor. Palabra de Dios.
Comentario: El Autor hace hincapié a la capacidad generadora de vida, piedad y conocimiento de Jesús. Dios es la vida que nos permite conocer a quien dio su vida por la humanidad. Además, realza las virtudes helénicas de la fe y el amor, que solo crecen en la perspectiva del conocimiento de Jesús.
R. ¡Dios mío, confío en ti!
Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío». R.
«Él se entregó a mí, por eso, Yo lo glorificaré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y Yo le responderé. R.
Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré; le haré gozar de una larga vida y le haré ver mi salvación». R.
Aleluia. Jesucristo, eres el testigo fiel, el primero que resucitó de entre los muertos; nos amaste y nos purificaste de nuestros pecados, por medio de tu sangre. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y les dijo: «Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a éste también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a éste lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero los viñadores se dijeron: “Éste es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra”. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: “La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos”?». Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron. Palabra del Señor.
Comentario: La parábola de los viñadores asesinos es una imagen donde el pueblo de Dios es representado en la viña y los viñadores son sus dirigentes. El dueño de la viña es Dios, que no cesa en dar oportunidad para recoger los frutos, pero los viñadores no los entregan o bien, eliminan a los siervos enviados. Estos jefes administradores de lo religioso matan lo que la mano amorosa de Dios crea. La parábola llama a los jefes a una conversión, pero ellos preparan, en cambio, la condena de Jesús.