Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Hermanos: Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios. Por su obediencia a la verdad, ustedes se han purificado para amarse sinceramente como hermanos. Ámense intensamente los unos a los otros con un corazón puro, como quienes han sido engendrados de nuevo, no por un germen corruptible, sino incorruptible: la Palabra de Dios, viva y eterna. Porque toda “carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo: la hierba se seca y su flor se marchita, pero la Palabra del Señor permanece para siempre”. Ésta es la Palabra que les ha sido anunciada, la Buena Noticia. Palabra de Dios.
Comentario: El Dios que exigía la santidad en el Antiguo Testamento se ha revelado en Jesucristo como Padre, pero también se mostrará como juez. Por tanto, los discípulos de Jesús han de permanecer en sintonía con él y dando buen ejemplo. Por eso hay que tomarse la vida cristiana, pero en serio. Como se la tomó el propio Jesús hasta dar su vida.
R. ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! Él reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
Él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente. R.
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
Aleluia. El Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de Él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará». Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Jesús les dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?». «Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados». Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». Palabra del Señor.
Comentario: El pensamiento de Juan y Santiago estriba en anhelar la gloria de Dios, pero también en la gloria y el poder aquí en la tierra. Cualquiera de las dos interpretaciones no coincide con los planes de Dios, porque buscan sus propios intereses y su actitud tergiversa el seguimiento a Jesús, que es una opción de vida y no un trampolín para obtener privilegios. En definitiva, lo que nos hace importantes no es el dominio sobre los demás sino el servicio, no los honores sino el lugar del esclavo.
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Gloria a Ti Señor Jesús…