Semana 8ª durante el año. Liturgia de las Horas Tomo III. Semana 4ª del Salterio.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación. Palabra de Dios.
Comentario: El Autor se dirige a cristianos migrantes pobres y desarraigados. Estos debían luchar con el modo de vivir y costumbres de los paganos. Así, se pone de relieve la situación en la que viven y de ser los pobres o marginados, pero los “elegidos” por Dios, “consagrados” con la Sangre de Jesús. Una elección gratuita de Dios que lo había convertido en su nuevo pueblo.
R. ¡El Señor se acuerda eternamente de su Alianza!
Doy gracias al Señor de todo corazón, en la reunión y en la asamblea de los justos. Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas. R.
Proveyó de alimento a sus fieles y se acuerda eternamente de su Alianza. Manifestó a su pueblo el poder de sus obras, dándole la herencia de las naciones. R.
Él envió la redención a su pueblo, promulgó su Alianza para siempre: su Nombre es santo y temible. ¡El Señor es digno de alabanza eternamente! R.
Aleluia. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!». Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible». Palabra del Señor.
Comentario: Al joven rico, Jesús le propone un cambio y que piense en la posibilidad de “compartir” su vida con él. Estaba insatisfecho, porque buscaba “algo más” que la rutina del buen cumplidor de la religión que observaba. De este modo, le mostró lo mejor: seguirlo. Pero para seguir a Jesús y consagrarse a Dios, hace falta estar ligeros de equipaje, desprendidos y dispuestos. Sin apegos.