Esta mañana, en su catequesis número 18, el Papa Francisco la dedicó a la virtud de la esperanza. «¿Qué será de mí? ¿Cuál es el destino del viaje? ¿Cuál es el destino del mundo?». Sobre estas preguntas, el Papa dijo que si tenemos una respuesta negativa nos produce tristeza, “si no hay un sentido en el viaje de la vida, si no hay nada ni al principio ni al final, entonces nos preguntamos por qué debemos caminar: de ahí surge la desesperación humana, el sentimiento de inutilidad de todo”.
Luego, parafraseando la carta encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI: «Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente». Y afirmó que, si falta la esperanza, “todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas”. Si no tenemos la certeza de un “mañana fiable, un horizonte luminoso, sólo quedaría concluir que la virtud de la esperanza es un esfuerzo inútil”.
El Pontífice señaló que la esperanza, es una virtud contra la que pecamos a menudo cuando nos sobresalen nostalgias malas, “en nuestras melancolías, cuando pensamos que las felicidades pasadas están enterradas para siempre”.
También cuando nos dejamos vencer por nuestros pecados, olvidando “que Dios es misericordioso y más grande que nuestros corazones. Pecamos contra la esperanza cuando en nosotros el otoño anula la primavera; cuando el amor de Dios deja de ser un fuego eterno y nos falta la valentía de tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida”.
Además, profundizó el Santo Padre, “la esperanza es la virtud del que tiene un corazón joven; y aquí, la edad no cuenta. Porque existen también ancianos con los ojos llenos de luz, que viven una tensión permanente hacia el futuro”.
Porque cada cristiano, cree en el futuro, “porque Cristo murió y resucitó y nos dio su Espíritu”, dijo Francisco, y retoma la Spe Salvi: «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente».
Por tanto, Francisco recuerda que “la esperanza es una virtud teologal”, porque no emana de nosotros, dijo, “no es una obstinación de la que queramos convencernos, sino que es un don que viene directamente de Dios”.
Retomando la carta de san Pablo a los Corintios, donde, dijo Francisco, les presenta la nueva lógica de la experiencia cristiana: «Si Cristo no resucitó vana es la fe de ustedes y ustedes siguen en sus pecados. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!», es como si dijera, señala el Papa, que “si crees en la resurrección de Cristo, entonces sabes con certeza que no hay derrota ni muerte para siempre. Pero si no crees en la resurrección de Cristo, entonces todo se vuelve vacío, incluso la predicación de los Apóstoles”.