Gloria. Prefacio propio.
Lectura del libro de los Números.
Los israelitas partieron del monte Hor por el camino del Mar Rojo, para bordear el territorio de Edóm. Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!». Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes». Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará sano». Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba sano. Palabra de Dios.
Comentario: El relato presenta un nuevo desánimo y murmuraciones entre los israelitas. Ante la inminencia del castigo, Moisés actúa de mediador, y alcanza el perdón para su pueblo. Así, la imagen de la serpiente elevada que sana a los mordidos constituye una prefiguración de Cristo elevado en la Cruz que salva a la humanidad.
R. No olviden las proezas del Señor.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza, presta atención a las palabras de mi boca: yo voy a recitar un poema, a revelar enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban y se volvían a Él ansiosamente: recordaban que Dios era su Roca, y el Altísimo, su libertador. R.
Pero lo elogiaban de labios para afuera y mentían con sus lenguas; su corazón no era sincero con Él y no eran fieles a su alianza. R.
El Señor, que es compasivo, los perdonaba en lugar de exterminarlos; una y otra vez reprimió su enojo y no dio rienda suelta a su furor. R.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor». Palabra de Dios.
Comentario: Este himno presenta una síntesis de todo el itinerario de Jesús y una respuesta al escándalo de la cruz, pero también la humillación y sufrimiento de los cristianos. En efecto, este “abajamiento” de Jesús no es otra cosa que su vida hasta su muerte en cruz y regresar a Dios como “Señor”. En definitiva, es la “humillación” y “exaltación” de su persona y que podemos aplicarlo al bautismo: inmersión en el pecado y subida a la gracia.
ALELUIA
Aleluia. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido al mundo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús dijo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él». Palabra del Señor.
Comentario: En la conversación con Nicodemo, Jesús realiza la primera proclamación de sí mismo, pues queda ratificada en la convicción de la comunidad: “el Hijo enviado por Dios para que todos tengan vida”. No obstante, su presencia implica el escándalo de la cruz. Es decir, requiere tomar una posición: estar a favor de la vida o vivir en las tinieblas de acuerdo con los criterios de este mundo y no con los de Dios.