Leccionario Santoral: 1Jn 1, 5─2, 2; Sal 102, 1-4. 8-9. 13-14. 17-18; Mt 11, 25-30.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Los paganos y los judíos de Iconio, dirigidos por sus jefes, intentaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé. Éstos, al enterarse, huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores; y allí anunciaron la Buena Noticia. Había en Listra un hombre que tenía las piernas paralizadas. Como era tullido de nacimiento, nunca había podido caminar, y sentado, escuchaba hablar a Pablo. Éste, mirándolo fijamente, vio que tenía la fe necesaria para ser sanado, y le dijo en voz alta: «Levántate, y permanece erguido sobre tus pies». Él se levantó de un salto y comenzó a caminar. Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: «Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana», y daban a Bernabé el nombre de Júpiter, y a Pablo el de Mercurio porque era el que llevaba la palabra. El sacerdote del templo de Júpiter, que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos. Cuando los apóstoles Pablo y Bernabé se enteraron de esto, rasgaron sus vestiduras y se precipitaron en medio de la muchedumbre, gritando: «Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. En los tiempos pasados, Él permitió que las naciones siguieran sus propios caminos. Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones». Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio. Palabra de Dios.
Comentario: El milagro realizado por san Pablo al paralítico es interpretado como una manifestación de las divinidades del lugar. No obstante, tan importante como liberar a un paralítico de sus límites, es también presentar y revelar al pueblo la verdadera fe. Es decir, que reciban los dones de Dios y acepten la Buena Nueva de Jesús.
R. ¡Glorifica tu Nombre, Señor!
No nos glorifiques a nosotros, Señor: glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las naciones: «¿Dónde está su Dios?». R.
Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, Él hace todo lo que quiere. Los ídolos, en cambio, son plata y oro, obra de las manos de los hombres. R.
Sean bendecidos por el Señor, que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, y la tierra la entregó a los hombres. R.
Aleluia. El Espíritu Santo les enseñará todo; les recordará todo lo que Yo les he dicho. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él». Judas –no el Iscariote– le dijo: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho». Palabra del Señor.
Comentario: El amor a Jesús representa la condición para ser amados por el Padre: “El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama;…” (Jn 14, 21). Asimismo, el amor a Dios, que resulta posible gracias al don del Espíritu, se funda, por tanto, en la mediación de Jesús como él mismo afirma en la oración sacerdotal: “Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos’” (Jn 17, 26).