Gloria. Prefacio propio. Día del Sacerdocio Ministerial.
En sentido estricto la Misa Crismal no pertenece al Triduo pascual (jueves, viernes y sábado santo). En ella, el obispo de cada diócesis concelebra con su presbiterio (sacerdotes diocesanos y religiosos de la diócesis), siendo, a nivel litúrgico, la expresión máxima de la “comunión” (unidad) que existe entre él y sus sacerdotes.
Es conveniente que, en cuanto sea posible, participen el máximo número de sacerdotes o al menos que estén representadas todas las zonas y pastorales diocesanas. En un determinado momento, ante su obispo y comunidades presentes, renuevan su respuesta al llamado a la vida sacerdotal y las promesas asumidas el día de su ordenación, principalmente a unirse íntimamente al Señor y ser fi eles dispensadores de los misterios de Dios.
Durante la Misa Crismal, el obispo consagra el santo crisma, de allí su nombre, con el cual se ungirá a los recién bautizados y a los que sean ordenados sacerdotes y obispos; además, el obispo bendice el óleo con que se ungirán a los enfermos y el óleo de los catecúmenos, con el cual se ungirá a los que van a ser bautizados.
Es aconsejable, para quienes puedan hacerlo, averiguar el día y hora, y así participen de esta misa diocesana (normalmente en la Iglesia Catedral) que expresa la unidad diocesana y eclesial.
Blanco. Gloria. No se dice Credo. Prefacio propio.
Lectura del libro del Éxodo.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: ‘El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto. Éste será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua’”. Palabra de Dios.
Comentario: La Pascua era la fiesta más grande de Israel, porque celebraba el recuerdo de su paso de la esclavitud egipcia a la libertad como regalo de Dios. Era una fiesta pastoril, celebrada en primavera, y consistía en el sacrificio de un cordero, que era asado y comido con pan sin levadura con hierbas amargas. Además, se ungían con la sangre del cordero los palos de la tienda. Todo tenía un sentido de perdón.
R. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo se ve enfrentado al problema de las celebraciones eucarísticas de los corintios, pues había divisiones entre los más ricos y los pobres de la comunidad. La indignación del Apóstol pasa por su conducta en estas celebraciones, ya que algunos terminaban borrachos y comiendo a destajo. Es una grave falta, ya que menosprecian la Asamblea de Dios y avergüenzan a los que menos tienen y que son miembros de la comunidad. Por eso, los amonesta, enseña y denuncia.
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”, dice el Señor.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús sabía que, entre quienes compartían con él la Última Cena, estaba quien lo iba a traicionar. Además, sabía que en poco tiempo quedaría solo frente al tribunal. Todos lo abandonarían. Sin embargo, vivía la necesidad ardiente de celebrar la Pascua con sus amigos. Quería trasmitirles una actitud distinta ante la vida y la eternidad. Él, que era el Señor, se puso a lavarles los pies para enseñarles que quienes quieren salvar a los demás tienen que ser siervos de los que dicen estar perdidos.