Gloria. Prefacio de los Apóstoles.
LECTURA 1Ped 5, 1-4
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino voluntariamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria. Palabra de Dios.
Comentario: El verdadero pastor ha de entregarse plenamente a su comunidad y, en lo posible, imitar siempre a Cristo. Como también ser testimonio y ejemplo para el resto. El Señor, como Pastor supremo, sabrá recompensar aquellos pastores que con responsabilidad supieron ser fieles y no escandalizaron a ningún pequeño con su testimonio.
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
Aleluia. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas». «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Palabra del Señor.
Comentario: San Pedro se convierte en protagonista de una promesa formal de Jesús y por medio de sus palabras profiere esta confesión cristiana de la fe. Desde ahora, sobre él se asienta el poder de la Iglesia: «las llaves», que simbolizan la autoridad sobre la casa; «atar y desatar», que alude a determinar lo que está prohibido y lo que sí está permitido.
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