René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
La comunidad cristiana celebra este domingo el 3° del Tiempo Ordinario, que indica lo cotidiano, la vida ordinaria, lo normal. Siguiendo al evangelista Marcos -que corresponde a lo largo de este año en los Evangelios del domingo- escucha el pasaje sobre el comienzo de la predicación de Nuestro Señor llamando a la conversión, Marcos 1, 14-20, “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Arrepiéntanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1, 15), y convocando a los primeros discípulos, “vengan conmigo y los haré pescadores de hombres” (v17). Bellos son también y de numerosas perspectivas los otros textos bíblicos que se leen en las celebraciones de este día. Ante todo, la primera lectura de Jonás 3, 1-5. 10 que prepara a la escucha del Evangelio, como también el salmo 24, 4-9, y la segunda lectura de la primera Carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto, 1 Cor 7, 29-31.
La conversión es un cambio profundo que involucra la entera persona. No se trata sencillamente del modo de pensar y actuar, sino que involucra todas las dimensiones de la vida, desde su profundidad misma, para abrirse a la potencia de Dios que transforma y “hace” nueva creatura. ¡Es un renacer! Tiene como objetivo ponernos nueva y decididamente en pos del Señor. Al estar con Él seremos mejores, es Él que nos hará santos. Debe ser efectiva, por eso involucra a la persona totalmente. Si es auténtica hace mejor a la persona, pues el abrazo de Dios transforma.
La conversión es iniciativa de Dios. Él es quien atrae: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir…” (Jer 20, 7), confiesa Jeremías. Si Dios llama, el hombre es capaz de volver, de otro modo no logrará dirigir su corazón a Él.
La persona de Jesús, su presencia en medio nuestro, es un llamado a la conversión. En el Evangelio de hoy lo contemplamos invitando a la conversión. Él mismo es una proclama que no se debe desoír. ¡Ay de nosotros si nos hacemos una generación sorda a su predicación! Hasta los ninivitas se convirtieron con la predicación de Jonás. Conversión total y plena pide Jesús, anunciando que el reino es posible, se ha hecho visible y los pecados son perdonados. Este es el Evangelio, la Buena Noticia, que estamos llamados a anunciar a todos, sobre la conversión para la remisión del pecado y la apertura a la misericordia de Dios, recibida y entregada. Don acogido y compartido, aborreciendo el pecado, pero amando al pecador. Este es el Evangelio al cual estamos llamados a dirigir la mirada, creyendo y entregando la vida a Él que es el objetivo de la conversión.
Contemplamos también en el Evangelio el llamado del Señor a los primeros discípulos en el lugar donde iniciara su ministerio público, Galilea, junto al lago. Los llama para que prosigan en comunidad su misión, la de anunciar el reino de su Padre. Los hace “pescadores de hombres”, expresando en el encargo el sentido profundo y universal a la misión a la cual los convoca. Los llamados, afirma el testimonio bíblico, “Inmediatamente, dejando las redes, le siguieron” (vv 18.20). Se manifiesta la radicalidad en el seguimiento del Maestro, ellos no lo han escogido, es Él que los ha llamado a ser sus discípulos, hoy decimos “para ser corresponsables en la misión”.
Son estusiamantes los textos bíblicos de este domingo. Iluminan las celebraciones y ofrecen los contenidos de ellas, como también las perspectivas para la vida personal, familiar y en la comunidad eclesial. Pidamos al Señor el don de la conversión, para servirlo radicalmente a Él en nuestro discipulado misionero.