Continuando con el ciclo de catequesis dedicado a los vicios y las virtudes, el Papa Francisco dedicó la Audiencia General de hoy, celebrada en el Aula Pablo VI, a meditar sobre la lujurio. De acuerdo al Santo Padre, se trata de un vicio que ataca y distrae todos nuestros sentidos, nuestro cuerpo y nuestra psique. Se presenta como un apetito voraz que impulsa a utilizar a las personas, a depredarlas, a robarlas buscando en ellas un placer desordenado. Algo muy diferente del amor verdadero el que, explicó, se muestra desinteresado, sin condiciones, siendo generoso, comprensivo y servicial. Ante los fieles congregados, el Pontífice manifestó que tanto la Biblia como la Tradición cristiana ofrecen un lugar de honor y de respeto a la dimensión sexual humana: esta nunca se condena cuando preserva la belleza que Dios ha inscrito en cada persona, cuando está abierta al cuidado del prójimo, a la vida y la ayuda mutua. Por ello -precisó, debemos cuidar siempre que nuestros afectos y nuestro amor no se vean contaminados por la voluntad de poseer al otro.
“Entiéndase bien: en el cristianismo no se condena el instinto sexual. Un libro de la Biblia, el Cantar de los Cantares, es un maravilloso poema de amor entre una pareja de novios. Sin embargo, esta hermosa dimensión de nuestra humanidad, la dimensión sexual, la dimensión del amor, no está exenta de peligros, hasta el punto de que ya San Pablo tiene que abordar la cuestión en la primera Carta a los Corintios. Escribe así: “Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos” . El reproche del Apóstol se refiere precisamente a un uso malsano de la sexualidad por parte de algunos cristianos“, puntualizó Francisco.
Para el Obispo de Roma, el enamoramiento es uno de los sentimientos más puros y, al mismo tiempo, uno de los grandes misterios de la vida, por cuanto nadie sabe por qué sucede ni por qué se transforma en una experiencia tan impactante en la vida de las persona. “Si no está contaminado por el vicio, el enamoramiento es uno de los sentimientos más puros. Una persona enamorada se vuelve generosa, disfruta haciendo regalos, escribe cartas y poemas. Deja de pensar en sí misma para proyectarse completamente hacia el otro“, sostuvo, explicando luego que se debe tener mucho cuidado para no contaminar este bello sentimiento con el demonio de la lujuria.
En primer lugar, de acuerdo a Francisco, la lujuria es peligrosa porque devasta las relaciones entre las personas, transformando la pureza de la relación entre dos personas en algo “tóxico”, en donde se trata de poseer al otro, no existe respeto ni sentido de los límites. “Amar es respetar al otro, buscar su felicidad, cultivar la empatía por sus sentimientos, disponerse en el conocimiento de un cuerpo, una psicología y un alma que no son los nuestros y que hay que contemplar por la belleza que encierran. Amar es esto, el amor es hermoso“, sostuvo. Por el contrario, la lujuria “se burla de todo esto: la lujuria saquea, roba, consume de prisa, no quiere escuchar al otro sino sólo a su propia necesidad y placer; la lujuria juzga aburrido todo cortejo, no busca esa síntesis entre razón, pulsión y sentimiento que nos ayudaría a conducir sabiamente la existencia. El lujurioso sólo busca atajos: no comprende que el camino del amor debe recorrerse lentamente, y que esta paciencia, lejos de ser sinónimo de aburrimiento, nos permite hacer felices nuestras relaciones amorosas“.
El Papa advirtió también sobre el poder de la sexualidad la que, si no está disciplinada, desemboca en el peligroso vicio de la lujuria. “Entre todos los placeres del hombre, la sexualidad tiene una voz poderosa. Implica todos los sentidos; habita tanto en el cuerpo como en la psique; si no se disciplina con paciencia, si no se inscribe en una relación y una historia en la que dos individuos la transforman en una danza amorosa, se convierte en una cadena que priva al hombre de libertad”, dijo a los presentes.
El Vicario de la Iglesia subrayó que, afectado por la lujuria, el placer sexual se ve socavado por la pornografía, que no es más que una “satisfacción sin relación” que puede generar formas de adicción. “Debemos defender el amor, el amor del corazón, de la mente, del cuerpo, el amor puro de donarse recíprocamente. Y esa es la belleza de las relaciones sexuales“, señaló, resaltando la importancia de ganar la batalla contra la cosificación del otro. Una lucha que, en sus palabras, “puede ser un esfuerzo que dura toda la vida“. Sin embargo, se trata de un esfuerzo que vale la pena: “se trata de preservar esa belleza que Dios escribió en su creación cuando imaginó el amor entre el hombre y la mujer, que no es para usarse el uno al otro, sino para amarse. Esa belleza que nos hace creer que construir juntos una historia es mejor que lanzarse a la aventura – ¡hay tantos don Juanes! -, cultivar la ternura es mejor que doblegarse ante el demonio de la posesión – el verdadero amor no posee, se dona -, servir es mejor que conquistar. Porque si no hay amor, la vida es triste, es una triste soledad“.
Finalmente, el Vicario de Cristo concluyó su catequesis invitando a los presentes a rezar para aprender a amar, al modo de Jesús. “Pidamos al Señor la gracia de saber amar como Él ama, con un amor libre y gratuito, y también de saber contemplar respetuosamente el don que Dios nos da en el hermano. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los acompañe“, concluyó.