La liturgia de hoy nos invita a seguir a Cristo, el Cordero de Dios, que ha venido a salvar al mundo y que nos asocia a su misión salvadora.
Hoy pedimos perdón: por no haber seguido a Jesús con prontitud y entusiasmo; por no haber sido miembros vivos y activos en la Iglesia; por no tomar en cuenta a María, modelo de fidelidad cristiana.
A Dios que gobierna todo –cielo y tierra– pedimos la paz en nuestros días.
Presentación de las ofrendas
Al comenzar el tiempo ordinario, llamado “per annum”, ponemos ante el Señor el pan y el vino de nuestros sacrificios cotidianos, con el compromiso de una vida santa.
Comunión
La comunión con Cristo –el único pan de vida– debe hacernos “un corazón y un alma sola” con él y con los hermanos.
Despedida
Dios sigue siendo el Emanuel: Dios con nosotros. Valoremos su presencia amiga en lo cotidiano. Que su palabra sea luz para nuestros pasos y nos reconforte en nuestro caminar.