San Pío X, pa. (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: 1Tes 2, 2-8; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Jn 21, 1. 15-17.
Reseña
José Melchor (nombre de pila) nace en Riese (Italia) en el año 1835. De familia muy pobre, desde niño sintió la vocación sacerdotal; su párroco lo ayudó a ingresar al seminario. Ordenado sacerdote en el año 1859, se desempeñará como vice párroco, párroco, director espiritual del seminario, obispo, patriarca de Venecia y cardenal. Es elegido papa en el año 1903, asumiendo con el nombre de Pío X y el lema: “Restaurar todo en Cristo a fin de que Cristo sea todo y esté en todo”. Propició la comunión diaria y escribió el Catecismo que lleva su nombre. Fallece el 20 de agosto del año 1914, y proclamado santo 40 años después.
Lectura Ez 36, 23-28
Lectura de la profecía de Ezequiel.
Así habla el Señor: Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que Yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que Yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y Yo seré su Dios. Palabra de Dios.
Comentario: Ezequiel manifiesta que, más allá de los pecados de todos y de las amenazas, la voluntad de Dios está en cambiarles el corazón y entregarles su espíritu. Además, Dios, por su intermedio, espera realizar una alianza con su pueblo. ¿Estamos dispuestos a dejarnos cambiar por Dios?
Salmo Sal 50, 12-15. 18-19
R. Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
ALELUIA Cfr. Sal 94, 7. 8
Aleluia. Si escuchan la voz del Señor, no endurezcan el corazón. Aleluia.
Evangelio Mt 22, 1-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren». Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes». Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús compara el Reino de Dios a una fiesta, una invitación a la alegría. Como habla a los que estaban cerrados en sus tradiciones y normas, los invitados presentan sus excusas. ¿Hemos comprendido y aceptado esta cita o tenemos otros empeños? ¿Estamos abiertos a su invitación?