Leccionario Santoral: 2Cor 10, 17—11, 2; Sal 30, 3-4. 6. 8. 16-17; Mt 25, 1-13.
Lectura del libro de Isaías.
Yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano derecha y te digo: «No temas, Yo vengo en tu ayuda». Tú eres un gusano, Jacob, eres una lombriz, Israel, pero no temas, yo vengo en tu ayuda –oráculo del Señor– y tu redentor es el Santo de Israel. Yo te convertiré en una trilladora, afilada, nueva, de doble filo: trillarás las montañas y las pulverizarás, y dejarás las colinas como rastrojo. Las aventarás y el viento se las llevará, y las dispersará la tormenta; y tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua en vano, su lengua está reseca por la sed. Pero Yo, el Señor, les responderé, Yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en las cumbres desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el desierto en estanques, la tierra árida en vertientes de agua. Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos silvestres; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y pinos, para que ellos vean y reconozcan, para que reflexionen y comprendan de una vez que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado. Palabra de Dios.
Comentario: Ante el sufrimiento de la situación presente del pueblo de Israel, sea en el exilio o después de la liberación de Jerusalén, este no puede ser abandonado por su Dios. Isaías exhorta a su pueblo para que no pierda las esperanzas y su fe encuentre el apoyo en el Dios único y defensor de los pobres.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.
Aleluia. ¡Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen al Justo! ¡Que se abra la tierra y produzca al Salvador! Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a la multitud: Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver. ¡El que tenga oídos, que oiga! Palabra del Señor.
Comentario: La figura de Juan el Bautista, clásica del Adviento, nos recuerda a la vez la Antigua y la Nueva Alianza. Su persona inaugura la era mesiánica, donde el Reino de los Cielos, que estaba cerca, ya está aquí. Sabemos que el Reino es un don de Dios y algo que nos ha sido dado sin méritos propios. No obstante, para poder acogerlo se nos pide vivir en continua conversión. Por eso, el creyente debe tomar una opción: madurar en la fe o rechazar el llamado de Dios.