Leccionario Santoral: Ecli 39, 6-11; Sal 36, 3-6. 30-31; Mt 16, 13-19.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Estoy convencido de que ustedes están llenos de buenas disposiciones y colmados del don de la ciencia, y también de que son capaces de aconsejarse mutuamente. Sin embargo, les he escrito, en algunos pasajes con una cierta audacia, para recordarles lo que ya saben, correspondiendo así a la gracia que Dios me ha dado: la de ser ministro de Jesucristo entre los paganos, ejerciendo el oficio sagrado de anunciar la Buena Noticia de Dios, a fin de que los paganos lleguen a ser una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. ¡Yo tengo que gloriarme en Cristo Jesús, en lo que se refiere al servicio de Dios! Porque no me atrevería a hablar sino de aquello que hizo Cristo por mi intermedio, para conducir a los paganos a la obediencia, mediante la palabra y la acción, por el poder de signos y prodigios y por la fuerza del Espíritu de Dios. Desde Jerusalén y sus alrededores hasta lliria, he llevado a su pleno cumplimiento la Buena Noticia de Cristo, haciendo cuestión de honor no predicar la Buena Noticia allí donde el nombre de Cristo ya había sido invocado, para no edificar sobre un fundamento puesto por otros. Así dice la Escritura: «Lo verán aquéllos a los que no se les había anunciado y comprenderán aquéllos que no habían oído hablar de Él». Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo busca responder a la gracia que le fue concedida, ser «ministro de Cristo» para los que no son judíos y suscitar en ellos la fe y la obediencia a la salvación que Dios realiza por su Hijo Jesús. Su vida la consagró a Dios, con el objeto de que, por la predicación del Evangelio, judíos y no judíos se transformen en ofrenda agradable a Dios.
R. ¡El Señor reveló su victoria a las naciones!
Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Aleluia. El amor de Dios ha llegado a su plenitud, en aquél que cumple la palabra de Cristo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús decía a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto». El administrador pensó entonces: «¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!». Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?». «Veinte barriles de aceite», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez». Después preguntó a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?». «Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo y anota trescientos». Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Palabra del Señor.
Comentario: La parábola del administrador astuto muestra cómo Jesús no alaba tanto las artimañas de este último, pero sí su astucia y sagacidad para prepararse al futuro que le depara. La propuesta es que ellos deben poner en juego su creatividad e ingenio para prever el rumbo que la dinámica del Reino debe tomar. Si bien el Reino es de los sencillos, ello no quiere decir que este Reino ha de construirse con ingenuidad.