La parábola de los viñadores malvados presenta implícitamente la Pasión del Señor y el conflicto al que había llegado con los dirigentes del pueblo. ¿Qué acontece cuando no hay fidelidad a la Alianza? En la parábola, se denuncia precisamente a los arrendatarios de la viña, porque no han dado los frutos que el dueño esperaba. La viña representa a Israel, cuyo propietario es Dios; los viñadores (dirigentes) son los encargados de que la viña dé frutos y el fruto es la fidelidad a Dios, junto con el amor al prójimo.
A su vez, los criados enviados por el propietario representan a los profetas, cuyo mensaje es la «conversión»; y, por último, el Hijo y heredero es el Mesías, Jesús, quien constata que su muerte está cercana y así lo manifiestan el hostigamiento y los conflictos con los dirigentes. Aquel discurso y oferta de Jesús por una sociedad fraterna, solidaria e igualitaria chocó con los intereses del sistema. De este modo, la expectación del dueño de la viña se ve defraudada, porque el Pueblo de la Alianza tuvo todo, pero no supo reconocer a quien era todo: Jesús. Creían que pagando a tiempo el diezmo de la menta, la ruda, el comino o por ser «hijos de Abraham» era suficiente. Sin embargo, este Israel de duro corazón no dista mucho de los cristianos de hoy, que por sus actitudes o conductas proclaman un Dios leguleyo, un Dios de caprichos o a «mi manera», pero no al Dios de la Buena Noticia.
Porque si hay algo que debemos tener claro es que los bienes de la salvación no están garantizados y nadie los tiene en propiedad. En este sentido, san Pablo nos anima para no ¡jactarnos del nombre cristiano! y practicar lo que hemos aprendido y recibido de Jesús (cf. Flp 4, 9); por tanto, estamos llamados a dar frutos, puesto que Dios nos ha confiado la viña del Reino para un servicio fiel y fecundo.
«El Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos» (Mt 21, 43).
P. Fredy Peña T., ssp
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