Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Si alguien enseña otra cosa y no se atiene a los preceptos saludables de nuestro Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad, es un ignorante y un orgullo¬so, ávido de discusiones y de vanas polémicas. De allí nacen la envidia, la discordia, los insultos, las sospechas malignas y los conflictos interminables, propios de hombres mentalmente corrompidos y apartados de la verdad, que pretenden hacer de la piedad una fuente de ganancias. Sí, es verdad que la piedad reporta grandes ganancias, pero solamente si va unida al desinterés. Porque nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar. Contentémonos con el alimento y el abrigo. Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición. Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos. En lo que a ti concierne, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. Palabra de Dios.
Comentario: La comunidad vive el influjo de los malos líderes que, en su afán por el lucro, vician la credibilidad del mensaje evangélico. Por eso, el Apóstol siempre se empeñó en ganar el pan con el sudor de su frente sin ser gravoso a nadie ni adquirir privilegios para su trabajo apostólico. Para él este testimonio apostólico es posible vivirlo por amor y por la fuerza de Jesucristo.
R. ¡Felices los que tienen alma de pobres!
¿Por qué voy a temer en los momentos de peligro, cuando me rodea la maldad de mis opresores, de ésos que confían en sus riquezas y se jactan de su gran fortuna? R.
No, nadie puede rescatarse a sí mismo ni pagar a Dios el precio de su liberación, para poder seguir viviendo eternamente sin llegar a ver el sepulcro: el precio de su rescate es demasiado caro, y todos desaparecerán para siempre. R.
No te preocupes cuando un hombre se enriquece o aumenta el esplendor de su casa: cuando muera, no podrá llevarse nada, su esplendor no bajará con él. R.
Aunque en vida se felicitaba, diciendo: «Te alabarán porque lo pasas bien», igual irá a reunirse con sus antepasados, con ésos que nunca verán la luz. R.
Aleluia. Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. Palabra del Señor.
Comentario: El relato presenta a Jesús acompañado no solo de discípulos sino que esta vez de mujeres. Así, estas también servían a Jesús y lo ayudaban con sus bienes. Más tarde se dirá de ellas que fueron las primeras en anunciar la Buena Noticia de la Resurrección del Señor. Estas mujeres son modelo de discipulado: siguen a Jesús habiendo experimentado antes un encuentro y sanación con él.