En este tercer domingo de septiembre –vísperas de Fiestas Patrias- la comunidad cristiana celebra el 24° del tiempo Ordinario. Se leerá la hermosa lectura del Eclesiástico 27, 30-28,7 que anticipa el contenido del Evangelio de Mateo 18, 21-35, enseñanza de nuestro Señor sobre el perdón. Finaliza también en este domingo la lectura de la Carta a los Romanos 14, 7-9, que hemos escuchado durante varios domingos.
Qué oportuna es la enseñanza del Evangelio de hoy, al celebrar mañana Fiestas Patrias. Es un texto desafiante, que nos puede inspirar en gran medida, para el buen entendimiento y relación entre hermanos unidos por haber nacido en esta tierra -noble y generosa. Nos une una historia común que da cuenta de grandeza y esfuerzos, como también de episodios complejos. Quiera el Señor podamos construir juntos el presente y el porvenir, sabiendo también perdonar “de corazón a los hermanos” (v 35).
El Señor responde a Pedro, el apóstol, que le pregunta: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿Hasta siete veces? Le contestó Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (vv 21-22). Luego, el Señor expone la parábola del rey que decide ajustar cuentas con sus sirvientes. Le presentan a uno que le adeudaba diez mil monedas de oro. Como el funcionario no tenía con qué pagar, suplica al Señor paciencia, pues lo pagará todo. Compadecido el rey lo perdonó, mas el funcionario no es capaz, a su vez, de perdonar a otro que le debía a él cien monedas. El Rey lo mandó llamar y le dijo: “¡Sirviente malvado, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo suplicaste! ¿No tenías tú que tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” (v 33). Indignado el rey revoca el perdón y exige el pago de la deuda. Concluye la parábola con la enseñanza: “Así los tratará mi Padre del cielo si no perdonan de corazón a sus hermanos” (v 35).
La enseñanza de Jesús en esta Parábola nos convoca a una actitud permanente, saber perdonar setenta veces siete, equivale a decir siempre. Dios no lleva cuenta de nuestros pecados, tampoco su Hijo Jesucristo. Al Señor le agrada que perdonemos y olvidemos.
Al comienzo de cada celebración eucarística, nos presentamos ante el Altar del Señor solicitando humildemente el perdón de nuestros pecados. Tenemos esta ocasión de revisarnos acerca de nuestra disposición a perdonar siempre. No será fácil seguir este camino, pero es la senda que nos señalara Cristo, también después de enseñarnos a orar el Padre Nuestro: “Si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes, pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6, 14- 15).
En este domingo contemplamos el gran amor del Padre Dios para con nosotros manifestado en la persona de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Su corazón es misericordioso, siempre dispuesto a perdonar. Su Hijo Jesús, con su presencia, palabra y obras, nos enseña el óptimo modo de cómo saber perdonar siempre. Estamos llamados a inspirarnos en esta fuente, para perdonar también nosotros, agradeciendo por las hermanas y hermanos que generosamente nos han regalado el perdón.
René Rebolledo Salinas, Arzobispo de La Serena