San Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia: Miguel, Gabriel y Rafael. La Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y lo llama “Príncipe de los espíritus celestiales” y “Jefe o cabeza de la milicia celestial”.
Es representado con armadura de soldado romano, aniquilando con una espada o lanza a un demonio o dragón. La coraza representa la humildad, la espada, la Palabra de Dios y la lanza la fuerza de Dios. También suele ser representado pesando a las almas en una balanza, pues según la Tradición, él tomaría parte en el Juicio final.
En el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Israel, contra el demonio, y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento (Apoc 12, 7-12).
Es venerado como guardián de la Iglesia. Protege de los peligros. Ayuda y brinda valor ante las dificultades. Fortalece la fe y la voluntad. Protege contra las fuerzas de la oscuridad y todo tipo de maldad. Es compañía cuando nos sentimos solos, tristes o necesitados de fortaleza espiritual.
Su fiesta litúrgica es el 29 de septiembre, y desde 1970 se le celebra junto con san Gabriel y san Rafael.