Leccionario Santoral: 1Tes 2, 2-8; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Jn 21, 1. 15-17.
Lectura del libro de los Jueces.
Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales. Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto; fueron detrás de otros dioses –los dioses de los pueblos vecinos– y se postraron delante de ellos, provocando así la indignación del Señor. Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté. Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: Él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia. En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así se encontraron en una situación muy angustiosa. Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los salteadores. Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor. Ellos, en cambio, no hacían lo mismo. Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que les provocaban sus opresores y perseguidores. Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados: iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada. Palabra de Dios.
Comentario: El libro de los Jueces expone de una manera dramática la experiencia del ser humano al rechazar al Dios de la Vida. Es decir, cuando las cosas salen mal, se culpa a Dios de todas las tragedias. En este episodio, el Autor muestra a un Dios enojado con su pueblo por su idolatría y falta de misericordia con el más desposeído. No obstante, la cólera de Dios no es eterna y siempre prevalece su misericordia, sobre todo con su Pueblo infiel.
R. ¡Acuérdate de mí, Señor!
No exterminaron a los pueblos como el Señor les había mandado; se mezclaron con los paganos e imitaron sus costumbres. R.
Rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa. Sacrificaron en honor de los demonios a sus hijos y a sus hijas. R.
Se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con su mala conducta; por eso el Señor se indignó contra su pueblo y abominó de su herencia. R.
El Señor los libró muchas veces, pero ellos se obstinaron en su actitud. Sin embargo, Él miró su aflicción y escuchó sus lamentos. R.
Aleluia. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se acercó un hombre a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos». «¿Cuáles?», preguntó el hombre. Jesús le respondió: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?». «Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes. Palabra Del Señor.
Comentario: Una de las condiciones para seguir es estar libre de los apegos, sobre todo a las riquezas. Jesús pone en evidencia la dificultad que tienen algunos ricos para entrar en el Reino y en su seguimiento. Es decir, lo importante no es lo que hay que hacer para convertirse en discípulo sino lo que se debe «dejar», pues el joven rico es incapaz de renunciar a sus bienes. En cambio el discípulo de Jesús lo deja todo por el Reino de Dios.